Solo aquellas y aquellos que han contemplado con estupor cómo un preservativo -que hacía un ratito estaba en su sitio-, de pronto ha desaparecido o estallado, pueden saber lo imprescindible que se antoja en esa situación la conocida como “píldora del día después”.
Un anticonceptivo de emergencia que centró un duro debate moral cuando el Gobierno permitió su reparto sin receta en las farmacias de nuestro país.
Tan solo han pasado 12 meses desde ese momento y, según datos del Ministerio de Sanidad, el número de abortos practicados en España ha descendido un 3,29 % respecto al año anterior. Una cifra que rompe la tendencia alcista en las interrupciones voluntarias de embarazos en los últimos 25 años.
Al final resulta que un anticonceptivo para situaciones de emergencia ha sido muy positivo para reducir casos de aborto. Pero no solamente para eso, ya que detrás de cada embarazo no deseado existe un monumental drama. Se trata en la mayoría de las ocasiones de personas jóvenes, que tras un descuido o un percance logístico – de los que todos hemos podido sufrir en alguna ocasión- se ven en la tesitura de dar un giro descomunal a sus adolescentes vidas y, tener que optar entre tomar una pastilla que impide la fecundación – y por tanto no puede considerarse abortiva, pues no existe óvulo fecundado- , o esperar con tensión unos días o semanas hasta saber si el embarazo se ha consumado o no. En caso positivo se tendrán que tomar otras decisiones todavía más trascendentales…seguir adelante, comunicarlo a las familias, casarse…¿abortar?…decisiones complicadas que pueden acabar arruinando la vida de un joven.
Gracias a Dios ese problema se puede solucionar y enmendar en esos casos excepcionales, con una pastilla, que usada de forma racional -y cuando sea imprescindible- ha demostrado en tan solo un año que ayuda a que en España se registren menos abortos.