Con semejante frase se descorchó Benedicto 16 en su visita a Madrid. Pura demagogia interesada. No creo que nadie se avergüence del Señor. Más bien será que alguno -o muchos- se avergüencen de la jerarquía católica. Lo cual es bien distinto.
Del Señor no se puede avergonzar nadie. Los cristianos no nos avergonzamos de Cristo y los no-cristianos tampoco. Como mucho se puede pasar olímpicamente, estar desencantado ante las adversidades de la vida, aferrarse a él y a lo que supuestamente representa…Agradecido, incluso enamorado de él. Nunca avergonzado. Y para los no-cristianos la cosa es más sencilla todavía. No es posible avergonzarse de lo que se considera inexistente.
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Al fin y a la postre, uno se avergüenza de las debilidades humanas – que no divinas-; y de los actos…De las acciones y las inacciones. Del despilfarro frente a la desgracia. Del clasismo y la doble moral. Del inmovilismo. De la desnudez de un cuerpo. De los impuros pensamientos…De esas cosillas.