Nunca tuve vocación de funcionario; quiero decir (más exactamente) que cuando tenía siete años respondía a la típica pregunta – ¿y tú majo de mayor qué quieres ser? – con un “policía” o un “bombero”.
En determinado momento de mi vida sopesé las ventajas o desventajas que podría tener ser auxiliar de administración en un ayuntamiento o una comunidad autónoma; la seguridad laboral como mayor atractivo y el modesto salario en el plato de las desventajas.
Terminados mis estudios comencé a ojear boletines oficiales, tanto el de Toledo como el de algunas provincias limítrofes, de Castilla-La Mancha. Buscaba una oposición que me cuadrara, geográfica y económicamente, lo que tampoco es cosa sencilla de encajar.
Para todas las plazas se pide titulación como requisito principal; más complicada o cualificada en los puestos de mayor responsabilidad y salario…Evidentemente.

Me apunté a una academia (privada) para preparar a conciencia unas oposiciones de auxiliar administrativo en el Ayuntamiento de Talavera. Corría el año 2004.
Por desgracia, novatada o mala suerte, pese a mi exhaustiva preparación, hasta 2007 no conseguí aprobar la oposición y recibir en propiedad la ansiada plaza. En tres ocasiones consecutivas suspendí junto a varios cientos de aspirantes que me acompañaban año tras año en el suspenso . Con cada fracaso me desmoronaba. Desfallecía la primera semana…Me sentía inútil, pero pronto recobraba la ilusión y las ganas de luchar por mi futuro.
Presentarse a una oposición para 2 ó 3 plazas ( compitiendo junto a otras 300 personas) no es sencillo ni agradable. Ya se sabe que aprobar a la primera será imposible (a excepción de los fenómenos), y a la tercera o a la cuarta casi también…Lo normal es que tras varias intentonas acabes por desistir y dedicarte a otra cosa. Eso sin duda hizo la mayor parte de los centenares de personas que se presentaban. Por fortuna a la cuarta conseguí mi plaza.
Me pegué cuatro años “preparando oposiciones”, viviendo de algún trabajillo esporádico a tiempo parcial y de la pasta de mis padres.

En aquellos años (y los que les siguieron), muchos de mis amigos del pueblo optaron por ponerse a trabajar como encofradores y en otros trabajos muy bien remunerados en la construcción. Algunos de ellos ganaban hasta 4000 euros al mes, mayormente los estajistas. Durante años me restregaron por la cara sus coches, sus ropas de marca, sus buenos cubatas. Yo salía de juerga cuando la cartera lo permitía y mi madre la rellenaba. Parecían los reyes del mambo y yo…Un pobre gilipollas acampado en la biblioteca municipal, chupando libros.
El aprobar la oposición no consiguió que me vieran distinto. Mis 1.100 euros de sueldo mensual como administrativo les parecían a muchos una minucia, pero conseguí (sin yo buscarlo) que la envidia brotara en sus caras; no cobraba mucho, pero el viernes a las tres de la tarde terminaba mi jornada y…¡Hasta el lunes!.

Pero un mal día Zapatero decidió crear una crisis económica mundial (y le llamaban “Bambi”) hizo quebrar los bancos en todo el mundo ¡El solito!. La burbuja inmobiliaria reventó. La verdad es que Zapatero poco o nada tuvo que ver en la crisis mundial , pero en este país de avezados intelectuales, hay muchos que así lo piensan. Algunos de mis amigos terminaron sin trabajo y en la calle. No tenían preparación académica porque no les había interesado procurársela. Prefirieron dejar sus estudios ganando 3 o 4 mil euros al mes y vivir la vida alegre. Los meses pasaban y el paro aumentaba.
Entonces comenzaron a verme como un “privilegiado”, una especie de parásito, con trabajo y sueldo garantizado. Se alegraron de que el gobierno nos redujera el sueldo incluso veían con buenos ojos que nos lo volvieran a bajar.
Pasé de estar mal visto por “pringado” a ser mal mirado por “privilegiado”. Pero siempre he sido el mismo, una persona trabajadora, comprometida con mi sociedad y al servicio de los ciudadanos.
Todo lo que tengo – mi trabajo- me lo he ganado con mi esfuerzo. Siempre he sido el mismo…un jodido funcionario. El adjudicatario de una plaza ganada a sangre y esfuerzo que ahora resulta deseable para quienes antes la despreciaban. No tengo yo la culpa de vuestros excesos.