El miedo es un defecto (o una virtud) que en ocasiones puede jugarnos malas pasadas o aportarnos esa prudencia que -según Sófocles- conduce a la felicidad.
Aunque en política, la realidad es que el miedo puede llegar a enmascarar la ambición….A ocultarla.
Ambos, – miedo y ambición- , comparten dualidad. Pueden ser buenos y malos al mismo tiempo.
Como mi ambición está plenamente satisfecha, y el miedo hace tiempo que lo perdí por el camino, veo con expectación – desde mi barrera- los movimientos más o menos burdos – más o menos inteligentes- de unos y de otros. De los más ambiciosos y de los más miedosos. De los que con arrojo, coherencia, responsabilidad, imposición, desparpajo o inconsciencia se postulan para dirigir un partido y de quienes aunque lo deseen no son capaces de nadar de cara a su objetivo, sin dejar de preocuparse por lo que pase con sus ropas.
La ambición puede llevarte a dar un paso al frente, pero si el miedo te atenaza, el paso no será completo…No te llevará a ninguna parte. Por el contrario el miedo te garantiza el anonimato, la falta de implicación y que no serás señalado como ambicioso…No perderás, pero tampoco ganarás.Sin darte cuenta irás renunciando a luchar por conseguir tu objetivo.
Es momento de tomar decisiones…no de “coitus interruptus”.