En este soleado día de mayo está permitido incluso justificar la victoria socialista en Francia como lo que es, una victoria democrática de la izquierda sobre la derecha. Aunque el sentido común invita a no perder de vista la máxima – demostrada- que achaca a la crisis económica la caída sistemática de gobierno tras gobierno, como una fila de piezas del dominó.
En Europa es intrascendente si gobierna la derecha o la izquierda, todos los gobiernos cambian de signo elección tras elección. Una realidad palmaria que ensombrece la victoria de Francoise Hollande y deja en su justo lugar a la que obtuvo Mariano Rajoy hace seis meses. Los europeos cambian de gobierno no por convicción, sino para ver si con el cambio se mejora su situación.
En algunos casos el cambio puede ser para mejor, así parece que será en Francia. En otros –muy al contrario- a francamente peor; se aprovecha la ocasión para dinamitar los derechos de los ciudadanos semana a semana, consejo de ministros tras consejo de ministros.
A Nicolás Sarkozy, la extrema estrechez del nudo de la corbata que le regaló Merkel ha terminado por ahorcarle, al tiempo que asfixia a toda Europa. Los franceses han dicho ¡Basta! y, van a poner en marcha la teoría de los gobiernos socialistas que todavía quedan en España, los de Andalucía y el País Vasco, que no quieren llegar al final del túnel con medio país muerto en el inútil esfuerzo de recuperar en dos años el despilfarro colectivo de dos décadas de orgía en lo económico y en lo social.
Hollande dice que no hay tanta prisa para recuperar el equilibrio presupuestario, y también lo dicen López y Griñán. Europa no está dispuesta a inmolarse en el altar de Merkel , ni España quiere sucumbir ante las pretensiones de sus marionetas, que están desmontando en solo seis meses los derechos sociales conseguidos durante 30 años.