En este país de excesos no hay nada como dimitir, morirse -o que te detecten una grave enfermedad- para pasar a la categoría de personalidad indispensable.
Si falleces a consecuencia de la enfermedad (en el mismo instante en el que presentabas la dimisión)…Puedes acabar elevado a la categoría de héroe nacional.
Esta máxima ha quedado refrendada tras la desinfectante dimisión de Esperanza Aguirre y el lamentable fallecimiento de Santiago Carrillo. Hemos visto en televisión al Secretario General del PSOE Madrileño (Tomás Gómez) deshaciéndose en elogios hacia la dimisionaria -hasta el extremo de la nausea- al tiempo que a los representantes del Partido Popular alabando las bondades del líder comunista. A muchas personas les parece que estas conductas anormales (por lo excesivas en la alabanza) son espontáneas y deseables. A mí me parecen desmedidas e irreales…Pura hipocresía en determinadas bocas, que en vida te persiguen, pero te tienden un puente de plata cuando has fallecido – ya sea física o políticamente hablando-.
Si bien es cierto que tras la muerte de Franco, la renuncia de Santiago Carrillo -y del Partido Comunista de España- a sus legítimos derechos, propició un mejor engranaje de la nueva monarquía que el dictador dejó amañada para sucederle, no es menos cierto que esa renuncia no dejó de ser una “traición” a los ideales de los cientos de miles de asesinados por un régimen ilegítimo (el franquista) que derrotó por las armas a otro (la república) elegido democráticamente por los españoles.
Carrillo fue uno de los máximos exponentes de la vanguardia antifascista, tanto en Madrid, durante la Guerra Civil, como desde el exilio dirigiendo una lucha sorda pero constante contra el régimen de Franco. Ciertamente se trató de una lucha desigual, ingrata e interminable, pero ante la aparente inacción de los socialistas y de las centrales sindicales, el PCE -con Carrillo a la cabeza- nunca asimiló la derrota de la II República ni la aceptó…Nunca hasta que en 1976, el entonces Secretario General del PCE acepta renunciar a parte de los ideales que durante más de 40 años había defendido -y salvaguardado desde la clandestinidad- y acepta las condiciones que el nuevo jefe del régimen franquista (Juan Carlos I) le impone y abraza la bandera rojigualda. A partir de ese momento, la vanguardia de la oposición contra la dictadura, agacha la cabeza definitivamente tras cuatro décadas de lucha. Acepta las condiciones que se le imponen para legalizar el Partido Comunista, como si dicho partido necesitara del permiso del fascismo residual que atenazaba al ejercito a la sociedad civil y al propio monarca.
De haber adoptado Carrillo una postura diferente…De no haber capitulado ante el Rey, no sabemos que devenir histórico hubiera sucedido, por lo que aventurar futuribles es arriesgado. Tal vez el PCE no hubiera sido legalizado ni hubiera tenido la oportunidad de participar en las primeras elecciones democráticas, pero su legalización era una cuestión ineludible, que antes o después terminaría madurando, ofreciendo quizás mejores frutos. Nunca lo sabremos. Como tampoco conoceremos la imaginaria conversación que hoy se puede estar produciendo entre el Santiago Carrillo de 1.937 y el de 2.012…¡Qué interesante sería escucharla!…Carrillo frente a frente.
La historia puede leerse de muchas maneras y por una parte hay quien en estos momentos pone en valor la contribución de Santiago Carrillo a la transición democrática, cosa que comparto, aunque me he permitido la libertad de poner el acento en otra parte de la dilatada y fructífera vida de un asturiano monumental.
Descanse en paz uno de los grandes hombres de la izquierda española.