Yo a los jueces los critico cada día y no pienso dejar de hacerlo. Aunque mi intención es siempre la de ayudar a la integridad e independencia de la justicia. De esta manera, -con una crítica constructiva-, tal vez consigamos que determinados jueces (la inmensa minoría gracias a Dios) no sean serviles ante sus jefes políticos. Ya que algunos magistrados son simples aparatos de ejecución política que han perdido la imparcialidad, motivo por el cual están invalidados para impartir justicia.
Toda crítica es sana en democracia siempre y cuando lo que se critique sea el fruto de la evaluación sosegada del trabajo y su responsabilidad desde el puesto que desempeña.
En España se critica al Rey, a los políticos, a los policías, a los profesores, a los funcionarios, a los parados…¿Por qué no a los jueces?.
Aunque Rafael Hernando (portavoz del Partido Popular) ha errado el tiro al caer en descalificativos personales contra el magistrado de la Audiencia Nacional, ya que el apelativo “pijo” en el contexto utilizado hace referencia a cualidades físicas y personales del propio magistrado. No importa si Santiago Pedraz es amigo íntimo de Baltasar Garzón, si viste más o menos pijo, si menea con mayor o menor cadencia su rubia melena o si en sus ratos libres se dedica a la canaricultura.
Lo que importa es que sea capaz de impartir justicia de forma imparcial, respetando el espíritu y la letra de las leyes.
Pero ha de tener su crítica desde la política sin duda alguna, ya que con independencia del fallo absolutorio para los convocantes del 25-S (que comparto al 100%) el magistrado se extralimita en su auto evacuando apreciaciones subjetivas y personales sobre cosas que ni le van ni le vienen. Es por tanto un imprudente, que tendría que dejar sus elucubraciones sociales para un su blog personal (como hago yo aquí) no para reflejarlas – blanco sobre negro- en una sentencia de la Audiencia Nacional, de la que es magistrado en representación del Ministerio de Justicia o del Estado.