Las últimas elecciones autonómicas en los territorios singulares de España, han arrojado datos tan esperados como esperables. Una sola sorpresa – si se permite- es el aumento de escaños del PP en Galicia, que gracias a la subida de la abstención aumenta en representación, pese a perder más de ciento cincuenta mil votantes. Sorpresa no por el número sino porque supone un refrendo gallego a las nefastas prácticas de ataque contra las políticas sociales (y a su propio programa de gobierno) puestas en marcha por Mariano Rajoy.
La abstención va en aumento, aunque todavía se puede afirmar que dos de cada tres ciudadanos sigue trasladándose a votar para que los que se presentan le representen.
Por lo demás, lo previsto. La izquierda de la izquierda se hincha levemente hasta su techo electoral conocido -como viene siendo habitual y cíclico-, para desinflarse sin duda cuando los tiempos amainen…Si es que amainan.
Incluso el pago recibido por Patxi López a su gestión era esperable, porque la sociedad en general es desagradecida y poco dada a reconocer méritos. El monumental esfuerzo para la normalización de las libertades en Euskadi no ha sido valorado. Allí están a otra cosa.
UPyD se frena en seco en País Vasco y se estrella en Galicia, demostrando que su aparente equilibrio ideológico no cuaja ni en el mejor de los escenarios posibles, que es precisamente este “Vía Crucis” por el que España transita.
Batasuna recupera su espacio con mayor fuerza, demostrando que un sector social -que se estaba muriendo poco a poco-, ha resucitado gracias a la ley de partidos que los victimizó y les impidió participar en los anteriores comicios.
El Psoe recibe la factura aplazada, que ya se les había pasado en mayo de 2011 al resto de Comunidades y que estaba pendiente de cobro en País Vasco y Galicia. Pero no ha terminado la sangría…Todavía queda Cataluña.
Y al calor de los resultados se aventuran – en muchos casos con soltura- las conclusiones desde los distintos balcones. Las peticiones de cabezas. Los anuncios de numantina resistencia y los mensajes duros -disfrazados de tibieza- que apelan a revisiones profundas. A los colocadores de mordazas les faltan manos en estos momentos.
Abundan quienes consideran que el socialismo -como sistema político ha caducado-, pero paradójicamente todavía no se ha puesto en práctica en España.
El sistema de gestión social y político “socialista” sigue esperando su turno, para acabar con la crisis económica, social y moral en la que vive instalada esta sociedad. Es la propia sociedad descontenta la que pide soluciones en la calle contra este capitalismo feroz que solo entiende de rentabilidades económicas. Y esas soluciones que demandan los desencantados en las calles no son nuevas. Están ya escritas desde hace tiempo en el ideario socialista. Las podemos encontrar en la crítica social de los padres del cristianismo, en los idearios socialistas de la antigua Persia, en las críticas a los ricos (y el elogio a los pobres) de los profetas de la antigüedad israelita, en las teorías socialistas de la gran revolución inglesa,en las tendencias igualitarias de la revolución francesa…En los textos de Marx, Lassalle, Engels, Lafargue, Iglesias, Marcuse, Gorz.
Claro…Siempre que seamos capaces de salvar el abismo que separa la teoría de la práctica.