¿Dejaría Usted a su perro al cuidado del gerente de una carnicería Tailandesa?
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Ayer fue noticia que la familia de un señor fallecido recientemente, sin herederos directos (hijos), ha puesto en manos de su Ayuntamiento –a modo de donación- unas importantes obras de arte, cuya importancia se interpreta desde dos ángulos diferentes. El primero que su autor es el pintor Francisco Javier Garrido Romanos y, el segundo su formato en tamaño mural, por tanto escaso en la producción de este genial pintor.
Las obras fueron encargadas al propio artista por José Luis “El escayolista”, una persona implicada e interesada por la cultura en toda la extensión de la palabra. Lamentablemente todos acabamos en la fosa y, es angosta. No caben nuestras obras – ni bienes- en la caja, mucho menos si miden 1,68 metrosde altura por 4,25 de anchura.
La familia del desaparecido -en un gesto que le honra- ha decidido donar a su Ayuntamiento algunas obras. Hasta aquí todo normal. El problema comienza cuando revisamos los “antecedentes” de los responsables culturales del Ayuntamiento de Calahorra (receptor de las mismas). Unos antecedentes que son para echarse a temblar.
Tras la solemne recepción de las obras, escenificada en una foto con las donantes, el alcalde Pagola y el concejal de cultura – José Ibañez- manifestaron que: “El lugar que ocuparán los murales, de 1,68 metros de altura por 4,25 de anchura, no está concretado todavía. «Estamos barajando un par de sitios y en breve lo decidiremos», explicó ayer el edil de Cultura, José Ibáñez.”
Lo que traducido al castellano, tal y como hemos comprobado en múltiples ocasiones, puede suponer que corran la misma suerte que las celosías del Puente de Hierro de La Catedral, que también se iban a restaurar y colocar en “no sé donde” y, llevan casi quince año oxidándose en un foso al aire libre.
Qué decir del destino sufrido por otras piezas donadas por particulares, que según Ibañez iban a formar parte de alguno de los muchos museos fantasmas que solo existen en su cabeza.
O qué decir – también- de aquel Friso que adornaba la fachada de IBERCAJA y fue donado al Ayuntamiento…Recuerdan:
Corría el año 2.008, cuando la Asociación de Amigos de la Historia de Calahorra dio la voz de alarma sobre un elemento artístico -de importancia en la ciudad- que se encontraba próximo a desaparecer. Se trataba de un interesante relieve escultórico, obra del escultor catalán Eduardo Alfonso Cuní , que adornaba la fachada principal de la oficina de IBERCAJA en el paseo del Mercadal. Una alegoría al trabajo agrícola y al ahorro, fechado en los años 60. Ante la alarma social despertada por esta asociación, el Ayuntamiento de Calahorra entró en escena por boca de su concejal de cultura, el Sr., José Ibáñez, afirmando que ya estaban al tanto de esta obra con anterioridad y se comprometió a colocar el friso en otro lugar. Diario La Rioja en su edición del 15 de febrero de 2.008, recoge profusamente las declaraciones de Ibáñez y de José Luis Cinca al respecto.
Han transcurrido ya cinco años de aquello y el friso descansa plácidamente en el sueño de los justos, esperamos que en el parque de obras bien resguardado para que no se estropee. De momento -a día de hoy- no se ha reubicado en ninguna parte.
Pero la lista de donaciones perdidas, olvidadas o desaparecidas, es interminable…Casi tan interminable como los fiascos culturales de estas dos últimas décadas. Desde la desaparición de muy importantes restos arqueológicos, como el Cerro del Sorbán, las ruinas romanas del ARCCA… la desaparición física del Museo Municipal, el abandono de las Cloacas, el tremendo – e inútil- despilfarro perpetrado en el yacimiento romano de “la Clínica”, el monumental fracaso del Museo de la Verdura, o la situación francamente lamentable del edificio de “los Deanes” (en la calle Mediavilla), que también fue donado al Ayuntamiento en 1998, y tras gastarse 127 millones de las antiguas pesetas en su restauración, está hecho unos zorros y nunca se ha utilizado para nada.
Por cierto…En Tailandia se comen a los perros.