Pero cuando vamos a darnos cuenta que lo que menos le importa a esta sociedad (a su inmensa mayoría absoluta) es si los políticos del Partido Popular son o han sido más o menos corruptos.
¿Alguien de verdad es tan ingenuo para creer que los votantes del PP, van a cambiar su voto porque la trama corrupta mafiosa del Sr. Correa financiara parte de la boda de la hija del mismísimo José maría Aznar?. Eso publican hoy todos los medios.
Es más, ¿Alguien se piensa que la idolatría que por Aznar procesan algunos desinformados va a menguar por esto?. Pues no afecta en nada. Incluso diría que se ve con absoluta normalidad. Con la misma normalidad que cuando el que fuera mano derecha de Aznar (en sus tiempos de presidente) conducía su coche borracho. Es algo normal en los dirigentes del PP – no que conduzcan borrachos- sino que la sociedad – esa parte que los vota- les perdone este tipo de pecadillos. No pasa lo mismo si los políticos son de izquierdas, a esos se les crucifica a la mínima.
Ahora mismo, los más reputados caraduras de las clases selectas españolas, como José María Ruiz Mateos, Mario Conde, Blesa, Bárcenas, etc son vistos con cierta simpatía…Se les acaba por perdonar los pecadillos por su público. Como si se asumiera que determinadas corruptelas, comportamientos mafiosos y debilidades van impresos en el ADN de la derecha española a modo de pedigrí.
Abundan ejemplos palmarios de esta conducta permisiva con los excesos de sus políticos: Jesús Gil, Rita Barberá, Francisco Camps, Fabra, Mato….da igual lo que hagan…les seguirán apoyando.
Cuando se ve con normalidad que a uno le toque la lotería 5 veces cada año, o que no sepa cuantos coches regalados por la mafia descansan en su bajera, firmen contratos con Urdangarín… O se pasen las leyes -que ellos mismos han aprobado- por el arco…Es que la sociedad está muy enferma.
Mientras esto siga así, no hay nada que hacer, porque solamente los ciudadanos podrán levantar de sus asientos a este tipo de políticos y, nada parece indicar que la sociedad española (exceptuando determinados grupos minoritarios) esté en la tesitura de castigar electoralmente a quienes ponen en práctica conductas que lesionan gravemente la dignidad de la política y el Estado social.
Ayer un señor de setenta años me decía que no hay manera de cambiar este Gobierno liberal-extremista. Se equivocaba. Tan solo se necesita un millón de personas que se sienten en el suelo frente al palacio de la Moncloa y no se levanten hasta que dimitan. Es sencillo, tan “sólo” uno de cada cinco madrileños, sentado en el suelo pidiendo un Estado social. En menos de 24 horas este Gobierno presentaría la dimisión.
Es sencillo ¿Verdad?. El único problema es que la sociedad española todavía tiene mucha capacidad de seguir tragando.