Hace ya algunas semanas leí un artículo de opinión que me dejó estupefacto. Era una crítica contra la labor de los parlamentarios, tan ácida, parcial y desmedida que precisamente por ello terminaba dando sensación de vacío.
Al final uno ha de preguntarse si lo que sucede (lo que realmente se dice) en el Parlamento de la Rioja es lo importante o, por el contrario, lo importante es lo que otros escriben “libreinterpretando” lo que realmente se ha dicho en el Cámara.
La disquisición entre una cosa y la otra no es baladí. Voy a poner un ejemplo:
El pasado 26 de septiembre, en una sesión plenaria larga (más de cinco horas) uno de los puntos del orden del día era la aprobación de la ley de creación del Colegio Oficial de periodista e informadores. Entre las intervenciones voy a rescatar algunos pasajes de lo que al respecto dijo el portavoz del Partido Riojano, Miguel González De Legarra:
…” Y, señorías, saben que no es la primera vez que denuncio en esta tribuna y en otros sitios que la libertad de comunicación en esta Comunidad Autónoma en estos momentos está absolutamente condicionada, absoluta y lamentablemente condicionada, por los intereses del Gobierno y del Partido Popular; una libertad de comunicación que está inevitablemente condicionada también por la cuenta de resultados de los diferentes medios de comunicación y que en estos momentos de crisis económica, en estos momentos de crisis empresarial, está también lamentablemente sometida y vinculada a los presupuestos generales de las diferentes administraciones públicas, que prácticamente en estos momentos son las únicas empresas que continúan gastando importantísimas cantidades de dinero en publicidad en medios de comunicación. Y es precisamente ese sometimiento a la cuenta de resultados de los medios de comunicación el que ha conseguido que hoy en día en La Rioja, lamentablemente ‒bajo mi punto de vista, desde luego‒, la mayoría de los periodistas valgan más por lo que callan que por lo que cuentan.
En estos momentos un periodista en La Rioja o está en el paro o, si quiere conservar su trabajo precario, solo puede contar lo que el Gobierno de La Rioja, y especialmente el señor consejero Del Río, quieren que cuente. ¡Esa es la triste y la terrible realidad que vivimos en esta región!
Y esto, señor Cuevas, desde luego no es insultar a los periodistas, ¿eh? ‒¡en absoluto!, no insulto con esto a los periodistas‒, es simple y llanamente denunciar una dictadura que desgraciadamente no sufren solo los medios de comunicación, sino que se extiende también a otros muchos colectivos en esta Comunidad Autónoma. La utilización de los recursos públicos por parte del Gobierno es la que decide en muchos casos, en demasiados casos diría yo, la línea informativa. Y esto que ya nos parece hasta normal en los medios de comunicación públicos, empieza a ser ya insoportable también en los medios privados, que están diariamente sometidos al chantaje y a la extorsión del Gobierno y del señor Del Río, que es quien decide en muchas ocasiones, en demasiadas ocasiones, titulares, contenidos e incluso presencias en los distintos medios de comunicación. Por eso su intervención de hace un momento, señor Consejero, me ha resultado especialmente chirriante, vamos a dejarlo en eso.
Y, ¡mire!, soy consciente que esta intervención no va a servirme para ganar muchos amigos, ¿verdad?, pero eso es algo que nunca he pretendido en mi actividad parlamentaria. Sé que estoy diciendo la verdad y eso me basta. Sé que los periodistas saben que estoy diciendo la verdad y eso me basta. Solo espero, en cualquier caso, que algunas empresas no aprovechen esta intervención para consolidar la utilización de métodos que están bien alejados de esa ética profesional del periodismo de la que usted hablaba; pero, en cualquier caso, creo que mi obligación hoy es decir lo que digo por mucho que me duela decirlo.
No estoy, desde luego, hablando del legítimo derecho que le asiste a cada cual para tratar de influir en la información de forma favorable a sus intereses. No estoy tampoco criticando la actitud de los medios de comunicación, que entiendo perfectamente que traten de defender y de proteger los cada vez más escasos
puestos de trabajo que mantienen en sus empresas; son empresas y, como tales, tienen la obligación también de mantenerlas con vida y eso solo se consigue, evidentemente, si sus cuentas de resultados son favorables. ¡No estoy criticando nada de eso! Lo que estoy criticando y lo que estoy denunciando con la dureza, con toda la dureza de que soy capaz en este contexto parlamentario, es la falta de ética del Gobierno del Partido Popular, la utilización de los recursos públicos para destinarlos a la manipulación y a la extorsión, para dedicarlos a la presión y al chantaje. Lo que estoy denunciando son los métodos mafiosos, absolutamente mafiosos, que tanto el Gobierno como especialmente el consejero Emilio del Río utilizan diariamente, con los medios de comunicación. Y lo único que espero es que, como les gusta decir tanto y tan a menudo a los máximos responsables de los medios de comunicación, se sepan discernir las intenciones y no se pretenda en ningún caso matar al mensajero, señorías”…
De este discurso claro, nítido y sin ambajes, en el que el diputado refleja su opinión sobre los “cautivos compromisos de la prensa”, lo único que pudo leerse en los medios de comunicación fueron crónicas similares a la siguiente: