No me encuentro a gusto al escribir sobre la independencia de Cataluña. Me encantan sus paisajes, sus pintores, sus gentes, su cultura… Me siento en Cataluña casi como en mi casa. Tan bien – me encuentro allí- que no me gusta pensar en su posible  independencia. Reconozco que es simplemente por puro egoísmo y, porque no quisiera desprenderme de lo que considero una parte de mí. Aunque soy consciente de que no hay nada peor -y más desagradable- que obligar a alguien a hacer lo que no desea….A estar donde no le apetece. Me gusta disfrutar contigo, pero no lo haría con tu sometimiento.

Deseo y disfruto de una Cataluña dentro de España, pero ese deseo – que es legítimo- en ningún caso me puede llevar a imponer mi voluntad sobre la de los demás.
Las banderas son trapos de colores, que agitan aquellos que llevan a los pueblos al desastre. Hay un concepto positivo de España, la que integra, respeta y da calor. Otro que impone, divide y enfrenta.

El presidente de Cataluña hace bien en defender sus planteamientos. Unos postulados que los ciudadanos refrendarán o no en las urnas. El PP catalán defiende los suyos.
Me preocupa más la proverbial ambigüedad del PSC, que unas veces parece que busca setas y otras Rolex. Es por ello que las declaraciones de ayer de Carme Chacón, me han reconfortado. No ya porque se postule como partidaria de una Cataluña dentro de España y de la Unión Europea, sino por plantear y hacer pública una postura clara y sin ambages. ¡Fíjense con que poco nos conformamos!.

Tendríamos que empezar a plantearnos seriamente la conveniencia de decir lo que realmente pensamos – en este y en todos los temas- sin sentirnos rehenes de los apoyos que pueda hacernos ganar o perder esta sinceridad. Porque es mucho mejor pasarse toda una vida en la oposición, (pero con la conciencia muy tranquila) defendiendo lo que crees, que vivir en el “sin Dios” de tener que caminar siempre de puntillas, para no molestar a nadie.