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Nacionalismos vendo…y para mí no tengo.

No existe comunidad, pueblo, nación, grupo social… entidad étnica o como demonios quiera llamarse, que no atesore valores intrínsecos y exclusivos; tradiciones, cultura e historia, que merezcan reconocimiento y admiración.

La misma dilatada historia -o incluso mayor- tiene Extremadura que el País Vasco. Ávila que Girona. Lo de las “nacionalidades históricas” siempre me ha chirriado.

Si Cataluña como tal cuenta con 900 años de historia todavía le quedan otros 1100 para alcanzar a mi ciudad, Calahorra. Podemos debatir mucho sobre este particular. Desde el respeto.

Los nacionalismos reivindicativos –en algunas partes del mundo- se alimentan y tienen sentido gracias a la opresión, la disgregación de su cultura y la falta de autogestión que sufren. Pueblos sin tierra, sin voz y sin capacidad de gestionar su propio territorio y su futuro. El pueblo Kurdo sería un buen ejemplo de ello. Este tipo de nacionalismos los entiendo y justifico.

Me cuesta mayores esfuerzos con los “nacionalismos de salón”, o económicos. El mundo está lleno de ellos.

Quebec quiere separarse de Canadá, Milán de Italia…Vera Cruz de Bolivia…Flandes de Bélgica…Cataluña de España. Son ejemplos de regiones, -departamentos o naciones- unidas desde hace siglos que en el caso de las europeas tienen un nivel de autonomía que raya la total independencia. Son territorios donde los derechos civiles -individuales y colectivos- están plenamente instaurados. Los Derechos Humanos, la libertad de expresión y de filiación igualmente. No existe a día de hoy persecución cultural ni lingüística por los Estados a estas sensibilidades. La calidad de vida de sus ciudadanos es excelente…pero quieren más. Y llegados a este punto cabe preguntarse si son las bases sociales – el pueblo- las interesadas en ese “más”. Si es verdaderamente una necesidad o simplemente responde toda esta reivindicación sempiterna a un afán de los políticos por conseguir ser…no sé.

Creo que nacionalismos de este tipo no aportan nada positivo en un mundo tan globalizado, en una Europa que se pretende “de los pueblos”. Cuando los países de la UE han renunciado a parte de su independencia política en aras de una supuesta “unidad”, las voces de los nacionalismos periféricos – a contracorriente- siguen pidiendo más. Generalmente más dinero o mejores posiciones para obtenerlo. Al final es una cuestión meramente pecuniaria que se enmascara y envuelve en banderas, sensibilidades, honor e historia.

Es curioso que esos nacionalismos económicos surgen siempre de regiones cuyas aspiraciones económicas son el verdadero motor, y otro tipo de cuestiones quedan en un segundo plano real, aunque siempre se agiten en primera línea (dialéctica) de fuego. Y conste con letras negras (de resaltar) que tampoco el nacionalismo español -que pretenda imponer- me seduce. Ni comparto en modo alguno que un grupo de jueces -parciales y politizados- puedan enmendar a un parlamento ni la voluntad popular.

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Pero para rizar el rizo también contamos con otros nacionalismos más pintorescos y, en ocasiones, incluso más fundamentados. León quiere separarse de Castilla, Cartagena de la Región Murciana. El Val d,Aran quiere separarse no solo de España, también de Cataluña. Algunos en Calahorra no quieren saber nada de la Rioja y mucho menos de Logroño…suma y sigue.

Lo peor de determinados nacionalismos – en mi modesto entender- es su contrastada pretensión de hacer valer presuntos privilegios por encima de los demás. Lo mismo me da que el nacionalista sea español, catalán, vasco o turinés. Es el clasismo elevado a la quinta esencia, que pretende por el hecho de nacer aquí o allá ser mejor que el vecino, tener más cultura, más clase, más derechos…mejores beneficios fiscales. Nada más insolidario que los nacionalismos económicos en este mundo globalizado.

Me considero calagurritano, riojano, español, europeo y por encima de todo ello, persona de este planeta que ha nacido con igualdad de derechos que cualquier otra, con independencia de su procedencia, lengua o color de su piel. No me siento especial por haber aflorado del nacedero materno en esta ciudad, porque sería absurdo enorgullecerme de algo en lo que no he tenido la más mínima decisión ni participación. Afortunado en cualquier caso si…por haber nacido en España y poder disfrutar de toda la libertad que cualquier persona pueda imaginar dentro del respeto a los demás. Sorprendido igualmente…por escuchar a otros que dicen sentirse tan oprimidos.

Por la libertad de expresión.

Sobre el autor


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