Sé de sobras que no es mi potestad distribuir tributos , ni mi estilo vender favores. Que no existe línea directa entre mi mano y esas subvenciones a las que te amancebas. Cierto es que por arrimarte a mí no conseguirás que te busque trabajo ni te contrate por 18.000 más IVA. Ni reparto sillones acolchados en terciopelo rojo. No guardo ofensas ni rencores escondidos…no tengas miedo por eso. Tampoco necesitarás “tener algo” para éste que te escribe. Ni bebo alcohol, ni fumo puros.
Pero eso sí, hazme un favor. Si me invitas a tu casa -que para más narices es la mía-, ten al menos la dignidad de tratarme como a uno más de tus invitados, porque sino es mucho mejor que no me invites, que me sobran a mí tus invitaciones, sobretodo si son como “aquesta”.
Es de bien nacidos ser agradecidos y, no hay mayor desprecio que no hacer aprecio. No se puede agradecer una invitación que se torna en indeferencia -que hacia un invitado es desprecio- , ni se puede invitar a quién no quieres que asista.
Si llamas a alguien a tu casa, lo primero desvívete porque tu huesped se sienta a gusto. Nunca invites para cubrir el expediente.
Por eso hazme un favor…no vuelvas a reclamar a quién ni vas a recibir. Recuerda que no estás invitando solo en tu nombre , pero sí despreciando en el de muchos.
.
Jamás vayas a donde no eres bien recibido.
(Artículo macerado 70 días…y alguno más, sobre la hospitalidad y el protocolo…cuando es obligado y a desgana)