Desde las revueltas obreras en la Barcelona de principios del siglo pasado, pasando por la transición democrática y terminando en el despacho de uno de los abogados laboralistas, a los que puede acudir – mañana mismo- un trabajador que vea pisoteados sus derechos…hemos de dar gracias a Dios cada día por tener a los sindicatos.
Porque son precisamente ellos los garantes de lo que se ha venido a llamar “estado del bienestar”…concepto discutible que se sustenta en varios pilares fundamentales, entre los cuales se encuentran los derechos de los trabajadores. Que son todos esos que recuerdas, más otros muchos que ni se te han pasado por la cabeza.
Ahora -en tiempo de tribulaciones- es cuando los chacales afilan sus dientes. Y muchos chacales tienen deudas pendientes con quienes defienden a los más débiles…a los trabajadores.
Se carga contra los sindicatos desde la doble moral y la hipocresía típica de la derecha española. Quieren que convoquen más huelgas generales al ejecutivo socialista y al mismo tiempo las rechazan y no las secundan. Les critican por no resquebrajar al Gobierno al tiempo que tachan de irresponsables los paros. Así es el perro del hortelano.
Todo sería más fácil para ellos sin los sindicatos. Se podría despedir sin indemnización ninguna. Los obreros trabajarían sin derechos. Nadie haría valer las leyes ni las defendería en los tribunales. Serían engranajes sin más a los que cambiar o desechar sin contemplaciones…igual que tuercas.
Pero no. Afortunadamente tenemos a los sindicatos y – lo que es más importante- los vamos a seguir teniendo, por más que a muchos les pese y como hienas -de todo valor ausentes-, lancen sus cobardes mordiscos confiados de la debilidad del enemigo. Se equivocan. Aquí no hay debilidad que valga…ni democracia sin derechos de los trabajadores ni sin quien legítimamente los defienda.
¡Dios salve a los sindicatos!