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La Ronda.

A caballo entre 1981 y 1982, los olvidados bares del Casco Antiguo, se encontraban en las últimas, con unos ingresos que en la mayoría de los casos solo permitían una ajustada supervivencia.

Las personas que hacían “la ronda” eran de avanzada edad; pequeños grupos de señores (tres o cuatro) aficionados al “tintorro”, que frecuentaban alguno de los bares de forma asidua -diariamente-, alguna señora de “mala vida”…Poco más.

De pronto, una cuadrilla de jovenzuelos comenzó a recorrer una a una todas aquellas tascas, causando el asombro y regocijo de los allí presentes. Viernes, sábados y algunos domingos: Félix, María Toledo, Pito, Escorza, Chispas, Chón, Carlos, Juanjo y el resto de integrantes de tan gloriosa cuadrilla, dieron origen a “la ronda”. Tras año y medio de consolidación, – y sin que nadie se apuntara- a finales de 1984 se sumó mi cuadrilla (con evidentes lazos familiares y de amistad con ellos); nos sumamos a la experiencia.

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En algunos bares nos juntábamos veinte jóvenes, de ambas cuadrillas, lo que causaba gran asombro entre los presentes y sobretodo en los aguerridos empresarios que veían una tenue luz al final del túnel.

En aquellos tiempos “la ronda”, la comenzábamos en el “Café de Amigos”, de Juan, que utilizábamos como punto de reunión. De aquí a la calle Cavas donde visitábamos el bar “Makai”, que regentaba un señor mayor y, que siempre estaba vacío. Luego a la “Hermandad”, donde los abuelillos que jugaban la partida nos miraban con asombro.

Como no existía el pasaje Cavas-Sol, llegábamos al “Valoria” atravesando la calle Pastores y, después al “Las Vegas”, que estaba muy distinto de como se conoce actualmente, pero con los mismos champiñones. De éste, la obligada vista al “Caribe”, a degustar unos vinos de morro. Abandonando la calle Toriles, enfilábamos la de Santiago, visitando “Andalucía”, “Montblanc” luego el “Buenos Aires” y, entre medias nos comíamos una bandeja de merengues – a cinco pesetas unidad- en la pastelería “Cuartero”. En este punto comenzaba el tramo más auténtico. El Bar “Amistad” nos recibía con el suelo entarimado y totalmente abombado, sus sempiternas gordillas en aceite, sus albóndigas y, aquellos tomates sazonados y partidos en gajos que con devoción degustábamos cada fin de semana. Luego el “Calahorra” atendido por Carmelo, con su colección de botellas antiguas. Sin salir de la calle de la Estrella -en la acera de enfrente-, se encontraba el “Aster viejo”. De aquí nos dirigíamos al “Maite” en la calle Pastelería, con cuyo propietario disfrutábamos de lo lindo en buena armonía, saboreando las “embarazadas”, (aceitunas en vinagre atravesadas por un pepinillo), la especialidad de la casa.

Marcha atrás, en la calle Navas, el “Ajimiro” , típico entre los típicos, con su radícasete -con Nino Bravo- a medio volumen, las interminables partidas de futbolín por parejas, y ese vino rancio de la cubita…ahinsssss.

El Bar de “La plaza de La Verdura” era la siguiente escala. Cuando la plaza daba gusto verla; atravesando la calle del Olivo, llegábamos al “Donosti”, buenos pinchos de tortilla, sus tostadas de ajo y sus paredes empapeladas con las dos únicas ligas ganadas por la Real Sociedad. De aquí al “Túnel” con sus vasos anchos y chatos. Por la calle Coliceo llegábamos al punto final, en el “Salamanca” ; morros de cerdo, croquetas de huevo y mucho cachondeo.

Dieciocho bares, -ni uno menos-, de una ronda que empezaba y que poco a poco fue encontrando más aficionados. Se abrieron nuevos bares, se remozaron casi todos; muchos cambiaron de manos. Se masificó la asistencia al circuito, incluso se cambió el sentido direccional, comenzando por donde siempre se había finalizado.

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Casi veinte años después de su nacimiento, (hacia el 2000) todo había cambiado, pero en esencia seguía siendo lo mismo; un lugar de reunión, intercambio y contacto social entre jóvenes. En eso residía su atractivo y su longevidad. En el camino hacia el siglo XXI se perdió el regustillo rancio, las botellas viejas llenas de polvo añejo, las gordillas en aceite, las charlas sin música de por medio, las manzanillas turbias, los vasos de cristal, camareros veteranos, los viejos clientes, las viejas amistades y las dos últimas ligas del glorioso Athletic Club de Bilbao, mi equipo…Nuestra juventud.

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Pero la ronda seguía pujante y con mucha fuerza. Seguía dando una cobertura segura a las relaciones sociales de nuestros jóvenes y, atrayendo a Calahorra a muchachos y muchachas de localidades limítrofes.


Hoy, una década después, la Ronda ha desaparecido. ¿Qué ha pasado en Calahorra en estos últimos diez años?

Por la libertad de expresión.

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mayo 2011
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