Por fin descansará en paz la familia de Luana. Por que ella hace más de una década que ya lo hacía, estaba muerta. Vivir como una planta no es vivir, más que para un vegetal.
Su familia, en un gesto de amor infinito hacia la recién fallecida, ha tenido que soportar una vejación pública sin nombre, capitaneada por el primer ministro italiano Silvio Berlusconi. Un político inmoral en extremo (tal ha acreditado en su larga existencia), que ha montado un circo mediático alrededor de este caso, posiblemente impulsado por el afán de ocultar bajo un chorro de negra tinta los problemas que su política ultra-liberal está causando en Italia. Para ello no ha dudado en enarbolar la bandera de la lucha contra el derecho a morir dignamente de unos padres respecto de su hija… que ya estaba muerta en vida.
El espectáculo de Berlusconi, apoyado por Benedicto XVI ha sido de una amoralidad vergonzosa, y deja muy de manifiesto que los gobiernos deberían de proteger a los ciudadanos y a las familias de los excesos fundamentalistas de quienes ven la religión como un instrumento de tortura imposición y manipulación.
Las personas nacemos libres y somos libres de decidir nuestro destino. El derecho a morir dignamente debe ser un derecho fundamental recogido por la ley y protegido por el Estado.
No hay mayor amor que el de un padre hacia su hija…y ni Berlusconi ni el Papa de Roma son nadie para decidir si se debe de permitir o no dejar morir en paz a la tal Luana, máxime cuando la justicia humana (que no divina) ya se había pronunciado avalando el derecho de la familia.
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Espectáculo lamentable el vivido, y una recomendación para ZP -que seguro que lee este blog- (risas)….no podemos permitir que el fundamentalismo religioso trabe, dilate o impida el reconocimiento legal de los derechos de las personas, y morir dignamente es un derecho de cada persona, aunque todavía en España no lo reconozca la ley.