Lo tengo muy claro. No me cabe la menor duda. Las parejas de homosexuales están plenamente capacitadas (en general) para atender y educar en valores a un niño (niña) o a una docena de ellos. Porque en general (siempre habrá alguna excepción) , las parejas de homosexuales tienen un valor imprescindible a la hora de educar con éxito a cualquier persona: LA TOLERANCIA. Y no es un valor baladí ni menor, es uno de los mayores valores que se pueden inculcar a un joven.
Tolerar a los demás, a los diferentes; ya lo sean por su lugar de procedencia, por su ideología, por su raza o por su identidad sexual. Hay que tolerar a todo el mundo desde el respeto recíproco, respetando también sus derechos y no queriendo que otros carezcan de los que nosotros tenemos.
Una pareja de homosexuales son ante todo y por encima de todo, una pareja de personas, con los mismo derechos y obligaciones que una pareja heterosexual.
Las relaciones que cualquier tipo de pareja desenvuelve en la intimidad de su hogar -o de su núcleo familiar-, no han de influir negativamente en sus hijos (naturales o adoptivos), siempre y cuando estas se desarrollen desde la normalidad de un trato amable hacia los jóvenes y, el respeto hacia los demás.
Nacer y ser educado por una pareja heterosexual no es garantía de una buena educación. La muestra evidente de ello son las muchas personas totalitarias, despóticas e intolerantes, que pese a nacer y educarse en familias heterosexuales, no han recibido una educación sana que les permita respetar las decisiones que libremente adoptan los demás en su vida privada.
Al intentar tutelar la libertad de los demás, dejan a la vista su intolerancia; entran a juzgar -desde su particular “moral”- las decisiones libremente adoptadas por otros , a intentar imponer y adoctrinar con su criterio.
Esas son precisamente las parejas en cuyo seno nunca hubiera que haberles dejado educar a hijos. Son aquellas que lo han hecho en la intolerancia.