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Se nos ríen en la cara…

Los problemas de credibilidad que desde hace un largo tiempo vienen afectando a la justicia en España no han caído del cielo de forma inesperada o repentina. Necesariamente han de tener su causa. Es incuestionable que los jueces no escapan a la condición humana y pueden caer en la trampa de creerse por encima de la misma. Las conductas personales y las de representación pública han de estar necesariamente separadas por una gruesa línea. La de la ética.

Pero para Carlos Divar, su condición de Presidente del Consejo General del Poder Judicial le ocupa las 24 horas del día y los 365 días del año, por lo que –según él- aparte de un sueldo de 130.000 euros al año (el mismo que Mariano Rajoy) tenemos que pagarle también sus hoteles de playa y la factura de sus cenas unidas a las de sus acompañantes, cuya identidad y número se reserva.
La comparecencia de ayer ante los medios del Sr. Carlos Divar, Presidente de Consejo General del Poder Judicial, fue ofensiva en el fondo y en la forma. Ofensiva contra la ética, el decoro y la decencia.
Dejando a un lado consideraciones personales (percepciones subjetivas sobre el magistrado), fue especialmente bochornoso contemplar como el presidente de los jueces intentaba justificar el pago con dinero público de al menos cuarenta cenas en restaurantes de lujo, en fines de semana perpetrados en la exclusiva zona marbellí de Puerto Banus.
Es imposible poder justificar -como parte de su trabajo-, cuarenta cenas (pagadas con dinero público) cuando te niegas incluso a revelar el número de personas con las que has cenado y su filiación. Divas no revela la identidad de sus comensales, por lo que queda en el aire si esos sábados por la noche cenaba con el alcalde de Marbella, el presidente del Tribunal superior de Justicia de Málaga, con siete coristas del Mouline Rouge o con cincuenta y tres hinchas del Benalmádena. El tío se calla como un muerto.
Al mismo tiempo, justifica que sus gastos de alojamiento “no son para tanto”, ya que se hospedaba en un hotel de “solo” cuatro estrellas. Y para trata fin de fiesta…Que no piensa dimitir.
Llegados a este punto, solamente nos queda ver como la dignidad de este señor -y lo que vaya quedando de prestigio del consejo que preside-, va diluyéndose como un azucarillo en un café caliente.

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Seguramente asistiremos en los próximos días a un rosario de informaciones que los verdaderos periodistas -que existen en este país- obtendrán de donde sea necesario, para radiografiar la verdadera entidad de los “fines de semana caribeños” de Carlos Divas pagados con dinero público, para saber en qué se gastó el abuelito nuestra pasta. Mientras esto sucede, a día de hoy Carlos Divas (el ancianito con reminiscencias del NODO) se ríe de nosotros, de Dios y del mundo…En nuestra en la cara.

 

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