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La mala vida

El peregrino que sintió frío

Diario “La Rioja”,

13 de octubre de 2009

Un peregrino causó el incendio de 2,2 millones de kilos de paja en Santo Domingo de la Calzada

El peregrino, ante los guardias civiles, concluyó: “Yo comprendo, tanta paja era mucha paja, quién iba a imaginarse hoguera tan enorme, pero fue sin querer”, y luego: “Me voy para Compostela, que aún queda Camino”, pero no le dejaron marchar tan gentilmente.

Se echó al camino desde la Alemania remota a la Galicia milagrera por dar un sentido a su aburrimiento. Llevaba andadas ya muchas veredas con el señor Santiago en la conciencia. La vida tampoco había sido un camino de rosas para él, músico en los bulevares, con muchachas sonrientes delante de una cerveza fría, y al final siempre la misma tristeza del anochecer. Vagabundo sin techo, ahora tenía una meta y un camino: Santiago de Compostela. Pero la oscuridad le nublaba el optimismo y era al anochecer cuando le sobrevenían las malas ocurrencias. Estaba baldado de caminar y de las fatigas de la vida. Se tumbó en el suelo, iba a meditar. Se veía solo, lejos de su patria. y con frío, un frío estepario metido en el alma. Veía cerca las luces de Santo Domingo de la Calzada, el santo más famoso del siglo XI. La torre de la catedral, tan alta como un ciprés. Tendido en el rastrojo se parapetaba tras una muralla de paja, allí había decidido dormir al amparo de la enorme barricada. Y allí cavilaba: “La paja no se come, porque tengo hambre, pero la paja arde divinamente. Me voy a montar una hoguerita mediana, combustible no me va a faltar.” Dicho y hecho, sacó su mecherito de gas y prendió fuego: Pero el peregrino bávaro se entusiasmó con el embrujo de las llamas y pasó de la fogata discreta al incendio global.

“Procedió a prender fuego a la paja que encontró a su lado con un mechero que llevaba entre sus efectos personales”, decía el atestado. Sin embargo, según él mismo dijo: “el fuego se me fue de las manos” y las llamas quemaron dos enormes morenas o montones de pacas de paja. Una de estas “morenas” medía aproximadamente, 150 por 50 metros mientras que la otra llegaba a los 50 por 60 metros: en total 2,2 millones de kilos de paja, los daños materiales fueron cuantiosos.

El sencillo peregrino admiró perplejo la capacidad incendiaria de su mecherito de gas y al calor de la paja pudo caldear su cuerpo entumecido. Eso fue al principio, luego la fogata tomó su propio rumbo y atraídos por las llamas enormes y el humo vinieron los bomberos, y vino la Policía y vino la Guardia Civil y el peregrino germano dio la cara y explicó que quería calentarse y hacerse una hoguerita con un poquito de la paja, “porque tenía frío” pero que las cosas a veces uno sabe cómo empiezan pero ignora cómo terminan, y que él ya comprende ahora que tanta paja era mucha paja pero que él, que era alemán y honrado, no podía imaginarse semejante hoguera, y que fue sin querer.

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