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El crimen de la calle Pérez Galdós

Diario Nueva Rioja, 10 de Agosto de 1978.

Un matrimonio aparece muerto en su domicilio, presentaban hundimiento craneal por fuertes golpes y él un profundo corte en la garganta

Uno de los crímenes más espeluznantes ocurrido en Logroño y que aún permanece sin resolver, fue cometido hace 31 años en el número 39 de la calle Pérez Galdós. Los cuerpos del matrimonio formado por el ex guardia civil Benito Fernández, de 65 años, y su esposa, Juana Soto, fueron encontrados muertos víctimas de una horrenda violencia.

La historia comienza a las diez y media de la noche del miércoles, cuando un sobrino de Benito Fernández González, se presentó en la Inspección de la Policía Municipal preocupado por la inasistencia al trabajo de su tío, y que no contestara al teléfono. Presentada la denuncia en comisaría acudieron con una patrulla de policía al piso segundo, letra D de la calle Pérez Galdós. Desde el exterior se veía luz pero las llamadas a la puerta no obtuvieron respuesta, por lo que se decidió penetrar en la vivienda. La forma más sencilla era romper un cristal y entrar a través de la ventana que daba a la escalera, y así lo hicieron. Un joven vecino se ofreció a introducirse, abriendo la puerta enseguida desde dentro. Aterrorizado, con el rostro pálido sólo alcanzo a decir: “Están muertos, los dos están muertos”.

En torno a los detalles exactos sobre la muerte de la pareja, la Policía afirmó que

se produjo de forma violenta, brutal en su ejecución, entre las 13,15 y las 15 horas, es decir entre la hora en que Benito volvía a su casa para comer y la hora de regreso a su empleo en “Electromátic. Se sabe que la diferencia de tiempo entre ambas muertes fue muy escasa y también que el matrimonio ya había tomado el almuerzo.

La Policía inició sus investigaciones tratando de descubrir el móvil del asesinato. Primeramente supuso que éste podría haber sido el robo. El desorden en que se hallaban las pertenencias del matrimonio en el salón de la casa y en la habitación, apoyaba esta tesis. Las declaraciones tomadas a los vecinos coincidían en que el matrimonio se llevaba muy bien, y no se le conocían peleas de ningún tipo.

La escena del crimen.- Cuando miembros del Cuerpo Superior de Policía entraron en la vivienda encontraron los dos cadáveres tendidos sobre grandes charcos de sangre. La señora se encontraba boca abajo, en el pasillo, y el esposo en el cuarto de estar. La casa mostraba signos de haber sido registrada. El forense apreció en la mujer, Juana Soto, golpes en el cráneo muy fuertes, con pérdida de masa encefálica, y en su marido Benito Fernández, cortes muy profundos en la garganta, lo que produjo gran efusión de sangre, además de haber sido golpeado también en la cabeza. Estas heridas fueron hechas por un objeto cortante que no ha sido hallado. Se ha apreciado que en el lugar donde ha aparecido el cuerpo del marido hay un gran desorden, lo que lleva a pensar que hubo un forcejeo o que la víctima intentó huir.

No hay muestras de violencia en la entrada al piso, lo que hace suponer a la Policía que el asesino era alguien conocido del matrimonio. Tampoco hay pruebas que permitan determinar si en los asesinatos intervino una o más de una persona.

Crímenes sin resolver.- Este asesinato no fue resuelto en su día y las investigaciones no concluyeron en acusación directa a nadie. Aún hoy se desconoce al asesino de tan horrendo crimen-

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