Diario La Rioja. 27/11/2008
Tres hermanos bolivianos fallecen por la inhalación de monóxido de carbono. Celebraban el retorno de uno de ellos a Bolivia, que iba a viajar al día siguiente desde Madrid.
Cuando José decidió regresar a Bolivia, volverse a su tierra, organizaron su fiestita, su despedida. Se juntaron los hermanos, los amigos, para decirse “adiós, hasta pronto”. “Nos vemos, José”, y por la noche sobrevino la muerte.
José Ismael Flores Camacho celebraba el martes el final de dos años de alegrías y sinsabores en España. Junto a sus hermanos Ramber, Zenón y Willie repasaba su estancia: sin permiso de trabajo, con empleos temporales, poco sueldo, un accidente… La solución la había encontrado hacía unas semanas con el retorno subvencionado por el Ayuntamiento de Logroño a su tierra, al departamento de Santa Cruz de la Sierra, en Bolivia.
El viaje se tenía que haber materializado al día siguiente, desde Madrid.
Sin embargo, la tragedia se coló de madrugada en la familia Flores. La mala combustión de un generador segó la vida de José, Ramber y Zenón en una caseta de las huertas de Varea, mientras charlaban de cómo iban a cambiar sus vidas. Sólo Willie, el hermano menor, que se marchó antes, ha sobrevivido a la desgracia.
José, de 56 años, Ramber, de 47, y Zenón, de 42, habían construido sus nuevas vidas en Logroño. Pese a ser el mayor, José sólo llevaba dos años en la capital riojana, donde llegó atraído por la promesa de buenas perspectivas. Su hermano Willie fue el primero en venir a La Rioja, hace ocho años. A él le siguieron Ramber, Zenón y Rosemary. Los varones habían logrado labrarse un futuro en la construcción, trabajando para empresas o como autónomos, siempre en la colocación de yeso. «Aquí nos hemos ayudado todos y hemos venido poco a poco para trabajar», explicaba Roberto, primo de los fallecidos, conmocionado aún por la tragedia.
José decidió que ya era hora de reunirse con su familia en Bolivia, donde le esperaban su esposa y seis hijos. Sus hermanos le apoyaron. «Incluso estaban pensando también en volver a sus casas porque la situación en España no es buena», indica Julio, empresario y jefe durante dos años de los dos hermanos.
Las desgracias nunca quebraron la unidad familiar. «Nos ayudábamos en todo lo que podíamos», asegura Erwin, hijo de Ramber. Por eso los hermanos decidieron juntarse en la pequeña finca con caseta de Varea, donde los Flores guardaban el material de construcción.
Organizaron una barbacoa de despedida antes del retorno de José a Bolivia como un bonito final a su historia en España. «Siempre que se producía una despedida nos reuníamos para compartir una comida y estar todos juntos», añade Erwin.
Los hermanos, junto al dueño de la caseta de Varea y varios amigos, disfrutaron de una comida. Ya por la noche, sólo quedaban José, Ramber, Zenón y Willie. Este último decidió volver a casa, pero no consiguió convencer a sus hermanos, que preferían seguir juntos. Incluso Willie se ofreció para llevarles de vuelta a Logroño, donde vivían todos, pero los tres declinaron. Unas horas después, el dueño de la finca entraba en su propiedad y descubría el dantesco panorama. «Me llamó y me dijo que fuese rápido, que había ocurrido algo y que estaban los tres en la casa», explica Isabel, esposa de Zenón. «Fui y mi marido estaba tumbado, en el sofá y parecía aún caliente…», trata de explicar antes de que las lágrimas la callen. «Willie no se quiso quedar más», añade. El generador de gasoil utilizado para dar luz a la caseta produjo monóxido de carbono que, poco a poco, fue viciando el ambiente y acabando con el oxígeno. Sólo un perro que se encontraba en la caseta y que consiguió sacar el hocico por una rendija sobrevivió a la intoxicación.
(Estracto del artículo publicado en noviembre de 2008 por el periodista de Diario La Rioja Víctor Soto)