La Rioja, 8 de febrero de 1910
Existe la creencia de que la gente antiguamente, en los pueblos de La Rioja, era muy refinada, muy educada y tranquila, que se tenía mucho respeto y urbanidad, y es creencia muy equivocada. El labrador, terminada la labor agraria, al anochecer, ataba al mulo en la cuadra, y después de encomendar a la mujer que se preparase, que enseguida vuelvo, dirigía sus pasos a la taberna, a tomarse unos chiquitos y a comentar la jornada política. Pues bien, según he constatado en los periódicos de principio del siglo XX, años 10 y años 20, la compostura de los riojanos era violenta y pendenciera. Se organizaban grandes discusiones que solían acabar con una buena pelea a puñetazos, que muchas veces degeneraba en reyerta a cuchillada limpia, y concluía muy a menudo con algún tiro. El estampido de armas de fuego apagaba los enardecidos ánimos, y se consideraba concluyente si asomaba la guardia civil que detenía a tres o cuatro y los llevaba al cuartelillo. Finalmente se retiraba a los heridos.
Pasaba todo esto que les digo y muy a menudo. Y como muestra, esta pelea a muerte en la plaza:“ “Hoy martes se han recibido noticias de que el pueblo de Santa Coloma ha sido teatro de sucesos sangrientos muy graves. Allí estaban las pasiones políticas excitadas hace tiempo, y estaba el rencor, y el salvaje odio desatado y aumentado por una cólera animal… y no nos extraña que esta vez se haya llegado a extremo tan doloroso y reprochable…”
“He aquí los datos que remitió nuestro corresponsal en Nájera: que decía que habían ocurrido serios desórdenes…” y tan serios.
“…En la lucha, que fue terrible, de esas que hacen época, se emplearon armas blancas y de fuego, éstas antiguas, porque de ser modernas hubieran quedado tendidos en el campo de batalla unos cuantos más…”
“Se calcula que en la lucha intervendrían unos veinte o treinta, acometiéndose cuerpo a cuerpo. Ahora bien, si en lugar de ser la cuestión en día de labor, acontece dos antes, o sea el domingo de carnaval, que todos están en el pueblo, las bajas de una y otra parte hubieran sido enormes. Aún así y todo el resultado de la confrontación ha sido desastroso, apareciendo ocho heridos, todos de gravedad, excepto uno leve. Los médicos trabajan como fieras, atendiendo, curando, consolando…” Voy a consignar el parte médico de algunos de heridos, que al poco fueron cadáveres, para que mostrarles la ferocidad de la pelea…:
Pedro Santa María González: Herida de hacha en el cráneo, con fractura, de unos 14 centímetros de longitud, salida de masa encefálica por los labios de la herida… (está moribundo).
Federico Tricio, herido por arma de fuego en la región inguinal, sin extraer el proyectil. Otra herida de hacha en el cuello, de diez centímetros, interesa piel y masa muscular con gran separación de los bordes… Baldomero Aguado, herida por arma de fuego en la región inferior de la oreja, otra herida de bala en el hombro izquierdo. Pedro Pérez Nájera, herida por arma de fuego en el tórax, cerca del esternón. Pedro Gil López: heridas con hierro inciso cortante…Otra herida con arma de fuego en la región mastoidea… Ángel Gill Marín, cinco heridas por arma de fuego en tórax, cara, cabeza y extremidades. En fin, los agresivos conservadores y los fieros liberales desplegaron todo su furor entre concejales, alcalde, secretario y otras autoridades locales dejando cuatro heridos en cada bando, de los que posteriormente murieron tres.
Como forma de herir a lo salvaje en Santa Coloma se usó el hacha, que tenía la ventaja de provocar heridas desmesuradas y grandes hemorragias. Los navajazos fueron corrientes y buscaban pinchar la tripa o un chirlo en sitio bien visible de la cara, el pistoletazo sin apuntar sembró de plomo los cuerpos, a pesar de que los balazos estaban mal vistos, y se consideraba que apretar el gatillo era ejercicio traidor y cobarde, aunque muy eficaz en la distancia corta.
El prudente corresponsal advierte a los belicosos del valle del Najerilla que tomen nota de lo ocurrido en Ribafrecha, la triste desaparición de su alcalde víctima de las banderías políticas.