Piden prisión para un apicultor que usó veneno para proteger sus colmenas, veneno que al ser ingerido provocó la muerte de animales domésticos y salvajes
El acusado, al que apodaremos “El Químico”, era propietario de una parcela y en ella prosperaba su colmenar. El Químico cuidaba con mimo sus colmenas, adoraba a sus abejas, y sobre todo comercializaba una exquisita miel de brezo. Pero El Químico llevaba días disgustado, con el sentimiento de apicultor escarnecido. Animales de diferentes pelos, preferentemente perros y gatos, atacaban a sus débiles colmenas cuando él descansaba por las noches, incluso por el día, y con rotunda impunidad derribaban las colmenas, destrozaban los panales, mataban abejas y se relamían golosos con la miel derramada.
“El Químico” tramó una estrategia terminal para ahuyentar a todo ser vivo que se acercara a sus colmenas. Según el relato de
Con este fin el colocó como cebo varios conejos que previamente había envenenado. A los lepóridos los envenenó muy bien envenenaditos, luego los abrió en canal y por fin les sacó las entrañas, o sea la casquería. Estos materiales cárnicos los depositó en las inmediaciones de su parcela, como trampas. El objeto de esta estrategia era que las especies animales comieran de las vísceras de los conejos y fueran difuntos en breve.
Y así fue; en el mes de enero del 2007 varias especies comieron el cebo preparado por el acusado. En concreto, el día 11 se encontraron tres perros muertos, otro perro cadáver el día 24, y el 26 de enero se recogieron los restos de dos gatos, un jabalí, dos ginetas y una garduña. Efectividad del veneno: sobresaliente.
El Laboratorio Forense analizó los cadáveres de semejante arca de Noé: gatos, ginetas, garduña, tres conejos domésticos y los pobres perros. Todos ellos presentaban las mismas lesiones orgánicas y sistémicas, que se concretaban en un marcado edema y hemorragias pulmonares, abundante líquido hemorrágico en vías respiratorias, salida de sangre por los orificios respiratorios, hemorragias subcutáneas (perdonenmé la terminología, pero es que fue una muerte terrorífica, estrambótica, polisintomática y con amplia literatura científica.).
En los conejos se localizaron además muestras del veneno empleado, que se llama Aldicarb, en una concentración que superaba centenares de veces la dosis letal para mamíferos. El Aldicarb era el arma homicida, la combinación letal.
La acusación pública detalla en su escrito que el jabalí, nuestro querido cerdo de los montes, es una especie cinegética cazable, y por tanto envenenarla de esa guisa no son maneras, mientras que la garduña y la gineta son especies no cinegéticas aunque matarlas tampoco está bien y se produce igualmente con un gran disgusto en el ecosistema. De los gatos el fiscal no decía nada, la muerte de los infelices no preocupó a nadie.
Por todo lo que les he contado
Me permito destacar el poderío del veneno alemán Aldicarb, lo que rubrica lo bien que trabaja desde siempre la industria químicas germanas. Los prusianos, desde