El último día en esta zona lo dedicamos a recorrer la ciudad, que ya teníamos ganas. Salta es un lugar que invita a pasear, repleto de edificios coloniales y agradables locales llamados peñas en los que los lugareños se reúnen para bailar danzas tradicionales. A cualquier hora hay gente en la calle y el olor de los restaurantes te invita a entrar y degustar la rica comida salteña.
Caminar por la ciudad, sin prisas te descubre que cada rincón merece la pena. Es una mezcla de sosiego, servicios, hoteles, excelentes museos, cafés encantadores y música folclórica.
En todas las esquinas hay que hacer un receso y mirar hacia arriba para poder ver edificios como el cabildo…
El convento de San Bernardo…
Y por supuesto, la catedral rosa
Además, y fue algo que nos dejó realmente boquiabiertos, alberga uno de los tesoros mundiales de la antropología: las momias de los niños del volcán Llullaillaco, prácticamente intactas después de que hace seiscientos años fueran ofrendados a los dioses a más de seis mil metros y encontradas después en 1999. (Estas fotos no son mías, que no estaba permitido)
Sus rostros conservan todavía el gesto helador de quien ha sido elegido para salvar a su pueblo y abandonado junto a sus enseres después de semanas de viaje acompañados de una legión de gente como si de auténticos dioses se tratara. La idea, el lugar y sus rostros te ponen la carne de gallina.
Próximo destino, !!!IGUAZÚ!!!