Habíamos leído que cruzar la frontera entre Costa Rica y Panamá era bastante lío, así que no teníamos muy claro qué hacer. Pero como la dirección era la misma aunque decidiéramos llegar solo hasta Puerto Viejo, desayunamos mirando a los canales y cogimos el primer barco-taxi que hubo por la mañana y fuimos ensimismados en dirección al sur recorriendo los verdes canales.
Durante el viaje intentamos hacer cálculos de si nos daría tiempo a llegar a la frontera antes de que la cerraran (a las 5 de la tarde) pero no nos aclarábamos, así que en un descanso del viaje, que duraba unas 3 horas, preguntamos al conductor y nos aseguró que no había problema.
Cuando llegamos a Puerto Moin, y mientras buscábamos un taxi, vimos que una pareja de ingleses estaba intentando hacer lo mismo pero no se entendían con el taxista, así que les echamos una mano y decidimos hacer el viaje juntos. Así nos salía más barato.
Viajar con un taxista tico al que le has metido un poco de prisa para llegar a la frontera y que se ha comprometido a no cobrar si no llegas es toda una experiencia, lo prometo. Las normas de tráfico no son para ellos.
Cuando nos bajamos del coche en la frontera no nos podíamos creer lo que estábamos viendo. Además de que la frontera era una casetilla en mitad de la nada, te exigían comprar un billete de autobús que garantizara que pensabas salir del país y después teníamos que cruzar este puente
Y sí, autobuses y camiones pasaban por él
Encontrar en Bocas del Toro un hotel maravilloso, con casetas en mitad del mar, con parte del suelo de cristal para ver las estrellas (de mar)y donde te traten genial no nos resultó difícil. La oferta no es mucha, pero en todos cuidan los detalles. Así que una vez instalados, meditamos que haríamos al día siguiente y nos dedicamos a disfrutar de nuestra primera calurosa tarde-noche en Panamá.
El silencio y la paz reinan en Bocas del Toro, el calor es muy soportable y el mar tiene una temperatura casi ideal. ¡Ah! y Las langostas… Mmmmmmm