El resto de los días en Bangkok los dedicamos a vivir la ciudad. Hay cosas que por mucho que pasen las horas nunca terminan de sorprenderte, y una de ellas es el olor en las calles.
A los tailandeses les sale mucho más barato comer en la calle que comprar la comida en el supermercado y hacerla en casa, de hecho muchos pisos no tiene ni cocina, así que las calles están plagadas de puestos de comida rápida en los que hacen todo tipo de frituras cuyo olor resulta muy fuerte a los turistas, pero que están realmente buenas.
Sin duda para ellos es algo muy normal, pero para los que estamos de visita, encontrar un elefante en la calle es realmente alucinante…
Una de las cosas que más llama la atención del carácter de los thailandeses es lo silenciosos, reservados y educados que son, cualidades que llevan al extremo cuando los ves hablar (no es algo muy normal) con algún monje budista. Son respetados al máximo, incluso en los carteles del metro te advierten que debes cederles el sitio.
La fruta es realmente sabrosa, jugosa y sorprendentemente colorida. Da igual dónde la compres y cuánto te cueste. Estará buenísima seguro.
Además de todas estas cosas, es una visita a Bangkok no puede faltar un paseo por alguno de sus centros comerciales de lujo. Solo se puede mirar, pero es divertido
Y por supuesto, nunca dejar de montar en un tuc tuc. ¡Son tan baratos, rápidos y fresquitos!
El siguiente destino era el norte del país. Dos horas de vuelo hacia el impresionante Chiang Rai.