Érase una vez un país muy, muy lejano, donde sus habitantes vestían disimulados entre el resto de la gente, camuflados en el entorno. Nadie daba la nota con su atuendo, ni siquiera el músico del reino.
En su afán por pasar desapercibidos, había quienes incluso intentaban mimetizarse con los colores de todo aquello que les rodeaba. Como los camaleones
Lástima que lo anodino de aquellos ropajes acabó calando en quienes los vestían. Nadie era más (ni menos) que nadie en nada. Ni una palabra de más, ni una voz más alta que otra, ningún gesto airado o de entusiasmo. Aquel país tan lejano… también era aburrido.
La pasada Navidad, sin embargo, ocurrió algo sorprendente. Papá Noel, para quien la risa y un vistoso traje es algo fundamental, decidió renovar el armario de todos los habitantes de aquel lejano país sin permiso y con colores, tejidos, texturas, diseños… que jamás habían imaginado.
Tras la sorpresa y el estupor inicial, los más atrevidos se lanzaron a la calle para estrenar sus regalos.
Cada vez eran más y más… Se miraban entre sí tan sorprendidos como divertidos, comentando y riendo su nuevo aspecto, imaginando nuevos modelos, intercambiando pareceres…
Incluso hubo quienes, rizando el rizo, decidieron disfrazarse.
Desde entonces todo cambió en aquel país. Los habitantes se mostraban tal cual eran, sin vergüenzas y con tanto desparpajo que aquello garantizó las mejores relaciones vecinales, entre ellos y con otros reinos próximos.
Pero lo más curioso es que, durante la presente Navidad, Papá Noel ha recibido miles de cartas procedentes de aquel lejano país, y todas con la misma petición: accesorios y complementos para mejorar, aún más, los trajes con los que les sorprendió hace un año.
Y colorín colorado…
…. este cuento se ha acabado.
P.D.: Las ilustraciones de este cuento son obra de los compañeros gráficos: Sonia, Juan, Justo, Miguel, Jonathan y Zuri. ¡Feliz Navidad, chicos!