El viñedo ha entrado en la estación estival con retraso, pero parece que poco a poco ara- ña tiempo al tiempo. Sol y agua. Y gracias. Porque cuando el cielo se torna negro, el que lo contempla se echa a temblar. Hacía años que no se vivía un año como este en Rioja. Tardó en llegar el calor y con él el desarrolló del pámpano. Una vez que brilla con fuerza el sol, la atención es máxima hasta pasar a estado de alerta. Estamos ante dos/tres meses fundamentales para la cosecha, aunque ya se escuchan algunas voces que apuntan que será una vendimia tardía. Faltan aún muchas semanas para saber cómo se comportará la vid.
Lo que sí parece más claro es que el carrusel de sol y agua que se vive demanda atención. La semana pasada ya se poblaron algunos viñedos de cicatrizante para paliar los daños de la piedra. Éste es un año de sulfato para impedir que el mildiu, o más tarde la botrytis, haga estragos. Puede ser desesperante. Recuerdo un verano, hace años, en el que en casa dimos entre dieciséis y dieciocho manos de sulfato a mochila. Dabas y llovía. Volvías a dar y volvía a llover. Paciencia. Será la gran virtud del tórrido verano que estamos viviendo.