Éramos pocos y apareció Navarra. Dicen que lo que mal empieza, mal acaba, y la candidatura a Patrimonio de la Humanidad del Paisaje de la Cultura y el Vino de Rioja nació tarada y morirá tarada. Los políticos navarros han decidido que algunas poblaciones de su tierra que se incluyen dentro de la DOCa Rioja también tienen derecho a recibir tan magno reconocimiento.
Al menos han sido claros. Reconocen que el País Vasco incluye a la casi totalidad de su territorio, que La Rioja tiene una representación educada y que ellos ni aparecen. Y claro, al margen de títulos, detrás de un reconocimiento de Patrimonio hay un interés económico. Ni más, ni menos. Si los que están fuera de la muestra representativa, el rombo, pueden sacar un rendimiento monetario del título estarán encantados; su pelea reside en no verse relegados a una segunda división. Esa es la verdad y esa es la realidad que ha impulsado a Navarra (donde se arrancaban viñas por deficitarias) a moverse para llamar a las puertas de la candidatura. Otra cosa es que lo consiga. No sé hasta qué punto sus ‘socios’ le van a escuchar. El problema es político. Como casi siempre. Rioja es una cultura, no tres comunidades de ansias políticas independientes.