«No basta levantar al débil: hay que sostenerlo después» (William Shakespeare)
Prueba de la creciente (y peligrosa para La Rioja) influencia del nacionalismo vasco sobre los designios del Palacio de la Moncloa, el presidente del Gobierno bautizó el miércoles al líder de Ciudadanos como «aprovechategui», término eusquérico de aplicación hasta ahora estrictamente limitada al ámbito deportivo. En concreto, al mundo pelotazale, por seguir con el idioma del linaje de Aitor. Aprovechategui: dícese del astuto pelotari que tiende a beneficiarse del esfuerzo de sus compañeros, economizando el sudor para subirse a la ola buena y llegar tan pichi a su destino. Un pícaro, esa figura tan española que hoy desembarca en el terreno de la política. Para Rajoy, en consecuencia, Albert Rivera es un aprovechategui. Un caradura. No se entiende por lo tanto cómo acepta su apoyo en el Parlamento, poniendo la dignidad de su cargo al servicio de alguien tan taimado. No se entiende tampoco que Rivera, luego de ser así caracterizado, mantenga su respaldo al PP: será que entre pillos anda el juego.
O será que, en realidad, nadie entiende nada en el actual ecosistema político. El viejo modelo saltó por los aires, reemplazado por este escenario móvil que cambia cada minuto. El paraíso de los aprovechateguis: según la versión de Rajoy, esos altos cargos color naranja que tanto molestan. El presidente encontraría comprensión entres sus compañeros de La Rioja y Logroño si compartiera sus cuitas al respecto. Porque pudiera ser que la conducta de estos aprovechateguis se distinga por apropiarse con encendida pasión de los logros de la gestión de los pactos de Gobierno que firmaron al principio de cada mandato… para desentenderse luego con el mismo brío de cuantos fallos se observen en la gestión de la agenda gubernamental. Aplicado al caso riojano: si se ayuda al empresariado autónomo vía Presupuesto, el mérito será de Ciudadanos y su capacidad para influir en el Palacete, pero cuando se detectan fallos en la escolarización del alumnado, por ejemplo, la culpa la tiene el Gobierno. Como en un sketch de Tip y Coll.
Otro tanto a escala municipal. Cuando se retuerce el brazo de la alcaldesa y su equipo para que donde se suprimía un túnel aparezca otro de nuevo cuño y la urbanización del entorno del ferrocarril mude su fisonomía cada tarde, las medallas colgarán del pecho de Ciudadanos, cuyos concejales se apartarán de la compañía del Gobierno al que apoyan en cuanto pinten bastos. Y hasta ofrecerán ruedas de prensa conjuntas con el principal partido de la oposición, como si la Administración local no fuera con ellos. Sólo el ansia del poder de quien lo ocupa y de quien aspira a ocuparlo justifica que se aguante tanto desplante con harta frecuencia: en eso sí se parecen el PP regional y el logroñés.
Claro que tan peligrosa como la figura del aprovechategui que citó Rajoy resulta ser otra muy propia también del mundo deportivo: el segurola. O amarrategui, voz igualmente adaptada del vocabulario vasco. Dícese del deportista un poco vaguete, conservador. Tan conservador que evita todo riesgo con tal entusiasmo que nada emocionante acaba imantando su trayectoria: el segurola amarra lo poco que tiene y lo gestiona como un contable, desprovisto del alma de estadista a quien el votante confía su papeleta. El segurola llega tarde a casi todos los sitios. O ni siquiera llega. Sólo está. No gobierna. Una especie de don Tancredo, un juguete en manos del destino. Sin iniciativa ni pulso político, se conforma con ser el títere de su socio aprovechategui.
La coincidencia del aprovechategui de turno con el segurola de guardia puede alcanzar consecuencias preocupantes. Ese mismo miércoles en que Rajoy denominó de tal manera a Rivera, fue el día elegido por Diego Ubis para aprovecharse del estado de debilidad del Gobierno al que en teoría apoya y reclamar la reprobación de su consejera González Menorca. Una maniobra a la que respondió el PP amarrando al cargo a la titular de Desarrollo Económico: la suma de dos fuerzas de distinta dirección y parecida intensidad suele equivaler a cero. La vida pública se ve conducida entonces al estancamiento, cuyo reflejo más cruel ocurre en el universo de las estadísticas. Porque también ese miércoles se supo que la renta agraria regional había subido algo más del 2% el año pasado, una feliz noticia que coincidió con alguna más sombría. Por ejemplo, que el Índice de Producción Industrial bajó en La Rioja el 9,8% respecto de la misma fecha de 2017, por encima del 3,6% de descenso del resto del país. Y que el número de empresas creadas en marzo en La Rioja cayó el 31,9% en relación al mismo periodo de 2017…
De donde se deduce que el imprescindible dinamismo que exige la actividad regional debería nacer de un punto de equilibrio entre tanto aprovechategui y tanto segurola. Porque La Rioja, y España por cierto, necesitan lo contrario. Necesitan una urgente dosis de grandeza y una intensa ración de liderazgo.
Necesitan un milagro.
LA LETRA PEQUEÑA
Cuarteles sin red en el Congreso
Entre el menudeo de preguntas que los diputados en Madrid dirigen al Gobierno, hay de todo. Lo trascendente, pero también la letra pequeña, que sin embargo está dotada de su propia personalidad. Porque son preguntas que sirven para enterarse de que, por ejemplo, sólo hay tres cuarteles de la Guardia Civil en La Rioja con acceso a Internet. Así lo admite el Ministerio del Interior en respuesta al socialista César Luena: sólo las sedes de la Benemérita en Logroño, Calahorra y Haro disponen de semejante servicio, a estas alturas del siglo XXI. El resto de cuarteles sigue sin asomarse a la revolución tecnológica.
Maíllo y cómo elegir candidatos
A propósito de la reciente crisis del PP madrileño, Fernando Martínez-Maillo recordó que en materia de elección de candidatos, la última palabra la tiene «la dirección nacional del PP, no la dirección regional del partido». Entrevistado en Onda Cero, Maíllo, alto dirigente de Génova, concluyó: «Es que eso es lo que dicen los estatutos. Yo me remito a lo que dicen los estatutos: el comité electoral nacional es el designa a los candidatos a las presidencias autonó- micas. No de Madrid, sino de toda España». Declaraciones que admiten por lo tanto una lectura en clave riojana: la tesis que esgrimen los desafectos a la actual cúpula del PP de José Ignacio Ceniceros.