«Los paisajes me han creado la mitad mejor de mi alma» (José Ortega y Gasset)
Cuentan maravillados viajeros recién llegados de la Toscana la impresión que causa ese paisaje de ensueño, pródigo en ricas imágenes que fusionan el ciprés y el olivo con la viña, sin que nada interrumpa tanta exquisitez Y añaden que aquel escenario como de película no se ve tampoco desfigurado por la instalación de líneas férreas que perfeccionen las comunicaciones, puesto que sospechan que el toscano vería semejante idea como un atentado contra su ADN, construido por el ciprés y el olivo. También por la viñas.
Viñas las hay en cada esquina del globo, aunque en pocos territorios galvanizan al conjunto de sus habitantes como en algunos parajes de La Rioja, espléndidos estos días en que la lluvia asegura una policromía de verdes que hará feliz a todo acuarelista. De ahí las resistencias observadas en esas mismas regiones cuando una infraestructura que se promete en nombre del progreso amenaza con alterar el ecosistema magnífico, que no es tanto una forma de vida (que también) como una economía a escala que permite a quienes la practican llegar a fin de mes haciendo lo mismo que hicieron sus abuelos y los abuelos de sus abuelos.
Ese mismo paisaje se ve en peligro porque los planes de Fomento apuntan hacia las zonas más valiosas (paisajística y sentimentalmente) de la depresión del Ebro. Nunca mejor dicho. Porque sus habitantes se arriesgan a caer deprimidos si tales proyectos prosperan y donde antes se observaba el viñedo majestuoso mañana se alzará un tendido férreo que exigirá limpiar el terreno adyacente de la flora autóctona y crear a su alrededor una sucesión de pequeños páramos. Y también exigiría limpiar el debate público con una contundencia similar. Ocurre que en esta discusión, muy rica en paradojas, proliferan las posturas tibias de quienes no saben/no contestan. O de quienes se parapetan en una maraña de ambigüedad que dejan a su interlocutor como estaba.
La vida es en sí contradictoria. La Rioja lleva décadas pidiendo la mejora de sus comunicaciones a través del citado valle del Ebro, conducto idóneo para unir la cornisa cantábrica con el arco mediterráneo. Dos regiones de alto interés estratégico que aseguran una conexión superior para el tránsito de mercancías y los flujos comerciales, decisivos para vertebrar una economía pujante y prometedora. Que falta hace en esta orilla riojana del gran río ibérico.
Al menos, José Ignacio Ceniceros escapó el miércoles de la inconcreción dominante cuando, entrevistado en ‘La Lupa’ de TVR, alertó sobre la importancia de mejorar el enlace ferroviario entre Logroño y Miranda, que parece necesitar de otro trazado. También admitió que esa infraestructura concita la oposición de alcaldes y concejales de su partido repartidos por la comarca, quienes temen ver pulverizado su modelo de vida. Contradicciones observadas también en el PSOE, donde se detecta una reacción análoga. Mientras el discurso oficial anima a que la alta velocidad viaje en tren por toda La Rioja (incluida la Alta), entre sus cargos y militantes afectados más directamente por razón de residencia prende una impresión distinta. Menos incomodidad se atisba en Ciudadanos, habida cuenta su escasa implantación en el mundo rural, o en Podemos, que tiende a contemplar con frialdad el coste que exigen obras de tan mayúsculo impacto. Y el PR+, aunque asume la conveniencia de mejorar el mapa regional de infraestructuras, aparta de sí el actual proyecto y se acerca a quienes se muestran disconformes.
Se trata de un grupo rebelde donde asimismo habita ese mismo gen de la contradicción. ¿Queremos incorporarnos a las grandes ligas enoturísticas mientras obstruimos la llegada de visitantes? ¿No era Ribera de Duero, comarca muy bien conectada por tren con Madrid, el modelo que debería inspirarnos? Más contradicciones, más preguntas. ¿Por qué la alta velocidad genera tanta contestación en La Rioja Alta mientras no suscita controversia conocida en la Baja? ¿Es que su paisaje carece del mismo valor? ¿O será que en efecto la realidad es pura paradoja? Lo sabe bien el Consejo Regulador, que deberá lidiar en esta polémica como suele entre los intereses de grandes, medianos y pequeños del sector, lo cual explica su tardanza en ofrecer su opinión.
Aunque tampoco hace falta que se apresure. Vista la demora clínica de Fomento o su tendencia a la chapuza (el último premio se lo reparten Pastor y De la Serna, que dejaron caducar la declaración de impacto ambiental), no hay que darse prisa. Este tren no viaja tan rápido. Permite por lo tanto que anide en La Rioja la eterna propensión a elegir entre el menor de entre dos males, donde exhibe su reconocida pericia. Esa habilidad tan nuestra para situarnos en la tierra de nadie. El territorio de la derrota.
LA LETRA PEQUEÑA
Moncloa espera a Ceniceros
Mariano Rajoy se mudó del Palacio de la Moncloa sin haber recibido como presidente al jefe del Gobierno de La Rioja, José Ignacio Ceniceros. Una rareza poco entendible, teniendo en cuenta además que ambos militan en el mismo partido. Una rareza que Pedro Sánchez promete remediar. Telefoneó a Ceniceros recién nombrado presidente y le incluyó entre los mandatarios autonómicos que desfilarán por Presidencia… cuando concluya la ronda inicial de visitas de los presidentes de regiones históricas. La Rioja puede esperar.
Sáenz declara por fin sus bienes
Con algún mes de tardanza respecto a su nombramiento de Raquel Sáenz como directora general de Política Local allá en febrero, desde mayo la web del Gobierno ya incluye los datos con su declaración de bienes. Una demora que obedeció, según un portavoz gubernamental, a razones de carácter técnico-informático. En su declaración, la también alcaldesa de Jalón asegura que posee activos por un valor cercano a los 127.000 euros.