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Jorge Alacid

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Discurso de investidura

José Ignacio Ceniceros, el miércoles, durante su intervención. Foto de Justo Rodríguez

 

Es posible que la precampaña para las elecciones del 2019 se iniciara en La Rioja desde que el nuevo PP de Pablo Casado situó entre sus íntimos a Cuca Gamarra y Conrado Escobar. También parece plausible que cuando los grupos del Parlamento empezaron a arrastrar los pies durante el debate para reformar el Estatuto algo tuviera que ver la anunciada visita a las urnas del año próximo. Igual que retumba el eco electoral sobrevolando las disquisiciones en torno al apoyo de Ciudadanos al Presupuesto interruptus. Así que tiene todo el sentido del mundo incluir la intervención que ayer protagonizó José Ignacio Ceniceros en ese mismo esquema. Porque incluso fue algo más lejos. En los papeles que leyó flotaba la sombra de un discurso que recordaba poderosamente al de investidura. Como si las elecciones ya se hubieran celebrado. Como si Ceniceros ya conociera al candidato del PP y al ganador: él mismo.

Porque fue un discurso, en efecto, ganador. Dotado de un programa que apunta hacia el horizonte lejano, el que acecha más allá del corto plazo. Construido con más vigor del habitual y defendido con un suplemento de vehemencia, donde descolló una idea clave: la promesa de futuro. Solventada la parte inicial de la intervención con el repaso de la legislatura a punto de fallecer, Ceniceros se proyectó hacia un porvenir donde llamó la atención una encendida reivindicación del autogobierno, más briosa a medida que comparaba el principio de lealtad que rige las relaciones de La Rioja con el resto del país con la insolidaridad detectada al norte del Ebro, un feo hábito que suele contar con el plácet de cada inquilino de Moncloa. En su memorial de agravios, el presidente no olvidó incluir a sus propios compañeros de siglas, Aznar y Rajoy, que tanto hicieron por perseverar en ese desigual reparto de fuerzas que premia a las autonomías más esquivas con sus obligaciones respecto al Reino de España y castiga a quienes sí se creen de verdad las exigencias que impone el Estado de las autonomías.

Mediada su intervención, Ceniceros citó una frase que encontró hace unos días curioseando entre el libro de firmas del Centro de la Emigración de Torrecilla. En esa frase con pinta de eslogan, «La Rioja, tierra de vida», anidaba una especie de hilo invisible que permitió al presidente vertebrar su mensaje siendo siempre fiel a la imagen que de sí mismo ha edificado durante casi cuatro años en el Palacete. El castellano viejo, que recurre al refranero para apoyar su discurso. El dirigente capaz de pronunciar mil veces la palabra «sensatez». El mandatario partidario de lo que llamó «visión sosegada» de la realidad. El estratega que no da por perdido el Presupuesto aunque evite designar por su nombre al partido (Ciudadanos, por si había dudas) cuyo respaldo reclama: «Ese grupo que nos apoyó… Bueno, que se abstuvo». Ceniceros, el riojano de a pie, que se hace la misma pregunta que se hacen tantas veces tantos de sus paisanos: dónde estaría La Rioja de haber dispuesto de las regalías concedidas a las regiones vecinas.

En resumen, el hombre tranquilo. Así le apoda un veterano del PSOE, quien alerta de que esa estampa que ha cincelado puede servir al Ceniceros candidato para recabar más votos de los que (en teoría) estaría destinado a recoger. De haber atendido su discurso de ayer, ese socialista se hubiera marchado a casa cargado de razones.

Un repaso a la actividad política de La Rioja (y resto del Mundo)

Sobre el autor

Jorge Alacid López (Logroño, 1962) es periodista y autor de los blogs 'Logroño en sus bares' y 'Línea de puntos' en la web de Diario LA RIOJA, donde ocupa el cargo de coordinador de Ediciones. Doctor en Periodismo por la UPV.