>

Blogs

piogarcia

Loco por incordiar

Mundo Logroño

ESTE año lo tengo decidido: no me voy de vacaciones. He descubierto que Logroño me ofrece unas posibilidades casi infinitas de ocio. Y sin gastar un euro.
Hasta hace unos meses, me parecía una ciudad aburrida, mortecina, con un leve encanto provinciano. Pero ya no: ahora es una juerga continua, una diversión prolongada, un parque temático inacabable. Logroño, de un año a esta parte, parece una sucesión de postales inauditas: agarro mi coche (porque para disfrutar de la ciudad, al contrario de lo que dice la propaganda municipal, hay que ir en coche) y en apenas unos kilómetros me parece que he viajado por todo el mundo. Es como si viviera en un documental del National Geografic.
Para soltar músculos, empiezo conduciendo por Portillejo y Duques de Nájera. Voy al galope, como todos, y boto en los badenes como si anduviera por San Francisco. Luego me meto por la calle Huesca, aflojo algo la marcha, y al llegar a la plazuela Acesur, giro a la izquierda: ahora imagino que estoy en Montecarlo. Entre la valla que delimita las obras del parking y la acera, el coche debe hacer zig-zag y, encima, las protecciones están pintadas de rojo y blanco. Negocio las curvas sucesivas a base de volantazos. Es un subidón: me creo Fernando Alonso.
Luego llego (no me pregunten cómo) a la Gran Vía. Esto ya es el acabóse. Ahora conduzco por una vía estrecha, entre fosos profundos y máquinas amenazantes. Pienso que estoy en Bagdad e incluso agacho la cabeza, por si entre las ruinas se esconde algún francotirador. Vivo una emoción continua. ¡Y aún me queda Jorge Vigón!
Lo que todavía no he conseguido es encontrar el Casco Antiguo. Tiene que haberlo: todas las ciudades viejas tienen uno. Con sus casas solariegas, sus murallas medievales, su torreón junto al puente… De este verano no pasa: lo encontraré (incluso me he comprado un GPS).
Logroño es apasionante.

Temas