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Loco por incordiar

Xavi y los demás

Lo confieso: estoy harto de Cristiano Ronaldo. Lo veo sobre el césped, guapo, chuleta y bravucón, y me vienen a la mente aquellos compañeros de la escuela que no se conformaban con ser apuestos y ligones, sino que además jugaban bien al fútbol y sacaban sobresalientes. Por eso disfruté mucho el miércoles, cuando lo vi, roto de impotencia y de ira, humillado por muchachos como Xavi, Iniesta o Messi, que al menos no pretenden ser guapos ni estrellas mediáticas ni perdonavidas. Ellos sólo juegan al fútbol. A un fútbol preciso y liviano, casi mágico, contra el que nada pueden industrias metalúrgicas como este temible y dictatorial Manchester o aquel Chelsea que quiso disfrazarse de frontón.

Pero también estoy harto de nosotros, los periodistas deportivos, que sólo sabemos ver el resplandor del gol o la diablura del chupón. Por eso me indigna comprobar cómo hemos convertido la final de la Champions en un duelo entre Cristiano y Leo en pos del Balón de Oro. Y cómo ahora, tras la final, parece extenderse un consenso universal sobre la concesión del premio al delantero argentino. Acaso no queremos darnos cuenta de que detrás del chispazo de Messi, como detrás de la eficacia de Eto’o o de la puntería de Villa en la selección, se esconde el cerebro de Xavi Hernández. Un tipo humilde y profundamente inteligente, que gobierna los partidos con la importancia de un general, pero sin aspavientos ni gritos ni patadones, sino suavemente, con delicadeza y exactitud, casi con modestia.

Xavi ganó la Eurocopa, festejó el triunfo en la Liga española y en la Copa del Rey y acaba de alzar la Champions. Fue el mejor jugador de todas esas competiciones y gracias a su portentosa pero discreta luz brillan astros como Messi. ¿Qué más debe hacer alguien para recibir el Balón de Oro o cualquier otra distinción? Xavi es hoy el mejor jugador del mundo. Aunque se apellide Hernández, no tenga tatuajes ni pendientes, sea bajito, hable poco y venda alguna camiseta menos.

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