>

Blogs

piogarcia

Loco por incordiar

Agoncillo flughafen

El otro día cogí un vuelo a Palma. Despegaba desde Agoncillo y era el primero del verano, así que incluso salimos en el periódico: todos con sonrisa vacacional y las maletas a punto de explotar. Sentados en nuestras butacas del airbus, creí entender al piloto -que hablaba ese inglés estropajoso, como de robot cansado, de todos los pilotos- que la compañía que iba a operar entre La Rioja y Palma (‘Blue Wings’) era alemana, con base en Dusseldorf. El avión despegó y aterrizó sin problemas. Y lo mismo sucedió siete días después, al regresar de las Baleares. Hasta ahí -que es lo principal- todo bien.

Las azafatas del vuelo eran todas invariablemente altas, rubias, amables y sonrientes. Pero tenían un defecto: no hablaban castellano. Ni papa. Como las habilidades lingüísticas de los riojanos son bien conocidas (el 3% habla mal inglés y el 97% restante lo ignora por completo), aquello resultaba francamente divertido. Las señoras se hacían un nudo para pedir un zumo y confiaban en la capacidad anglófila de sus mocetes, todos ellos alumnos de prestigiosos colegios bilingües públicos o concertados. O sea, que tampoco tenían ni idea: el más espabilado decía Oreinch Chus, pronunciado a la brava, como en la escuela, y a ver lo que caía en el vaso. Y cuando la chiguita explicaba los usos del salvavidas, el pasaje se revolvía entre indignado y sardónico.

Con alguna razón, creo. No me imagino un vuelo entre Marsella y París, por ejemplo, en el que la tripulación no sepa francés. Hasta ahí podíamos llegar. Pero, aquí pasamos bastante del español. Espero que mi gobierno, al menos, se queje. No me vale la etiqueta de ‘cuna de castellano’ si sólo sirve para vender paquetes turísticos.

Temas