Anda el patio muy movidito con los cambios ministeriales de Zapatero. Que si el Rubalcaba, que si la Trini, que si la vice… Comprendo el revuelo, pero soy partidario de esperar un poco, a ver cómo funcionan los nuevos.
Me pasa como con los fichajes de verano, que tantos orgasmos generan en la prensa del ramo: uno se pasa dos meses leyendo en el Marca y en el As que el Madrid va a fichar a un tal Drenthe, que es la bomba negra y el no-va-más de los carrileros y la joven perla de Europa y que ríete tú de Cruyff y de Pelé juntos y al final, después de tantos titulares con letras de metro y medio, resulta que aquella estrella tan luminosa termina siendo Drenthe, que hoy juega en el Hércules.
En cambio, me parece muy relevante lo que ha pasado con los presupuestos. Ya saben: el Gobierno se ha echado en brazos del PNV, que ha vendido su apoyo por unos dineros y una porción más de soberanía. El pacto me mosquea, claro, pero también creo que al Partido Popular le toca mucha culpa. Porque estaba claro que el PSOE necesitaba apoyos para aprobar las cuentas y que los iba a encontrar costara lo que costara, mediante la habitual subastilla.
Si Mariano pensara realmente en España y no en pillar cacho cuanto antes, habría permitido aprobar los presupuestos, quizá mediante la oportuna abstención avinagrada. Con eso hubiera desactivado la necesidad de recurrir al PNV y nos habría hecho a todos un enorme favor. Y hasta podría sacarle algún rédito electoral: ahí es nada, cambiar de golpe su imagen de opositor sesteante por la de abnegado estadista.
Pero don Mariano ha preferido seguir tan pancho, de blablablá por los pueblos. Allá él.