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Loco por incordiar

La noche española

Aviso para navegantes: hoy voy a hablar de libros. Se lo digo con tiempo para que ustedes, si lo prefieren, deserten de esta columnita y se vayan derechos a los resultados deportivos, a ver tías en pelotas en la puntocom o a leer los artículos de política, que siempre dan ideas nuevas para poner a parir a Zapatero a la hora del café.

Porque yo, harto de las tinieblas económicas, fatigado de la voracidad del capitalismo y cansado de la adiposa cutrez de nuestros políticos, voy a hablar de libros.

Por una de tantas conjunciones planetarias, acabo de leer las dos mejores novelas que conozco sobre nuestra infausta, taimada y recurrente Guerra Civil. Se escribieron con cuarenta años de diferencia y sus autores habitan en mundos éticos e ideológicos opuestos, pero ambos dominan el escurridizo y sutil secreto de la elasticidad de nuestro idioma: se trata de ‘San Camilo, 1936’, de Camilo José Cela; y de ‘La noche de los tiempos’, de Antonio Muñoz Molina.

Del primero excuso decir nada: vayan ustedes a las enciclopedias y lean lo que allá se pone. Pero me apetece echar un parrafito sobre el segundo. En medio de todo este debate ruidoso y estéril sobre la memoria histórica, Muñoz Molina firma un imponente libraco de amoríos y política. Con una prosa exacta, que fluye lenta e inexorablemente, como un río de magma, el autor nos presenta el retrato trágico de unos pocos (poquísimos) españoles: aquellos auténticos demócratas que no se dejaron llevar ni por los espadones fascistas, culpables primeros de aquella guerra, ni por las utopías comunistas, tan sanguinarias y tramposas.

Por encima de todos los demás, ellos sí merecen nuestro recuerdo.

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