Confieso que me estoy divirtiendo de lo lindo con el sorprendente regreso de Julio Revuelta, pero después de leer las razones del anterior alcalde y el posterior contraataque de Pedro Sanz, me ha venido a la cabeza, vaya usted a saber por qué, un chiste que leí en un periódico hace muchos años, cuando la caída del comunismo. No recuerdo quién firmaba la viñeta ni dónde se publicó, pero me pareció certera y amarga.
Sobre las ruinas del muro de Berlín conversaban dos viejos y apesadumbrados ciudadanos soviéticos. Decía uno:
–¿Te das cuenta, Ilich? Todo lo que nos habían contado del comunismo era mentira.
Y replicaba el otro:
–Pues eso no es lo peor, Mijail. Resulta que lo que nos habían dicho del capitalismo sí que era cierto.
Una sensación parecida me asalta ahora, cuando contemplo este convulso prólogo de las elecciones municipales: me da la impresión de que lo que dice Julio Revuelta de Pedro Sanz es cierto; pero intuyo que Pedro Sanz también ha dicho algunas verdades sobre Julio Revuelta.
Así que después de echarnos unas risas con todo el jaleo que se ha montado, a mí, como votante, me queda un regusto agrio en el paladar: o decido que Pedro Sanz maneje también a su antojo el Ayuntamiento de Logroño, con su acreditado desdén por la autonomía municipal; o decido que, después de la oportuna ceremonia de pactos pre y post electorales, gobierne esa curiosa mezcla de PSOE, PR y Julio Revuelta, antiguo paladín –no lo olvidemos– de aquel urbanismo febril e insensato que acabó explotándonos entre las manos. Las dos cosas, si he de ser sincero, me asustan un poco.