Han cogido nuestros políticos locales mucho gusto a darse un garbeo por Bruselas. Cogen un avión en Bilbao, visitan esos edificios imponentes y rezan para que alguien importante les reciba (Almunia, hazte una foto conmigo, anda Almu, qué te cuesta, porfaaaaa).
Ahora acaba de cumplir este jubileo administrativo César Luena, el secretario general del PSOE riojano, pero Pedro Sanz ya se sabe de memoria el caminito. Luego uno ve esas fotos de cumbre mundial y lee esas declaraciones tan esdrújulas y puede caer en la tentación de pensar que allá lejos pintamos algo.
Y no. Estas milongas de que vamos a convencerles para que nos pongan un AVE no cuelan: eso se negocia en Madrid para que, si acaso, nuestro Estado busque luego la financiación en Bruselas. ¿Por qué razón un eurodiputado esloveno o un comisario danés va a ser más sensible a las peticiones riojanas que el propio Gobierno español?
Cuando en Europa ven llegar a Sanz (y no digamos a Luena) se preguntarán: ¿quiénes son esos? Y cuando les digan que presiden (o aspiran a presidir) una región de 300.000 habitantes se echarán a reír con aspavientos y grandes muecas de chufla. ¡Con la que está cayendo vienen ustedes a pedirnos que el tren llegue a su pueblecito! Y menos mal que ni el esloveno ni el danés habrán oído hablar del aeropuerto de Agoncillo, ayer imprescindible y hoy silente, sepulcral y armoniosamente camuflado entre los puticlubs de la Nacional 232.
Si el AVE no viene a La Rioja no es por culpa de Bruselas, de Hollande, de Angela Merkel o del Santo Padre de Roma. Es porque, con razón o sin ella, Zapatero (antes) y Rajoy (ahora) no han querido. Punto.