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Loco por incordiar

Políticos mal pagados

Permítanme que les lleve la contraria: yo creo que nuestros políticos no están bien pagados.

Y no lo digo por tocar las narices en tiempo de crisis. Me parece escandaloso (y muy peligroso para nuestra salud democrática) que la alcaldesa de mi ciudad gane menos que el gerente de una modesta empresita. Tiene mayor responsabilidad y debería tener más sueldo. Lo mismo sucede con los ministros y, sobre todo, con el presidente del Gobierno, que gana bastante menos que cualquier jefecillo de poco pelo en una multinacional.

Cabría hacer distinciones. Por ejemplo, los parlamentarios riojanos quizá trabajen mucho y suden la gota gorda, pero lo llevan con encomiable discreción: en las Cortes Generales parecen limitarse a currar para el partido y, sobre todo, a apretar un botoncito cada cierto tiempo. Levantarse casi 6.000 euros al mes por ese ejercicio gimnástico me parece desproporcionado.

Pero creo, en fin, que estamos errando el tiro. El verdadero problema no es lo que cobran los políticos, sino el vergonzoso proceso de selección de personal que siguen en todos los partidos. De muchos concejales, diputados y asesores no se conocen mayores prendas intelectuales que una cierta capacidad para la intriga y unas admirables vértebras lumbares, entrenadas en mil reverencias al Querido Líder. Muchos de ellos jamás (¡jamás!) han buscado trabajo. No saben lo que cuesta ganarse un sueldo.

Cambiar esto es más urgente y necesario (pero mucho más difícil) que pagarles cinco euros menos. Y quizá la única manera posible de hacerlo sea meterse dentro de la Bestia: afiliarse en tropel, entrar a saco, dar mucha guerra, preguntar, criticar, proponer, provocar el debate interno. Elevar el listón.

(En la imagen, captada durante la toma de posesión de los parlamentarios españoles, el senador calagurritano Javier Pagola saca una foto con su móvil mientras Alberto Bretón, hoy delegado del Gobierno en La Rioja, charla con el diputado logroñés Conrado Escobar)