No me tomo muy en serio las cosas que dicen los actores. Tienen todo el derecho a criticar lo que quieran cuando les plazca (¡faltaría más!), pero me fastidia un poco la pomposidad con la que algunos cómicos se erigen en paladines de la cultura. Encarnar admirablemente al villano de James Bond, por ejemplo, no te convierte en un intelectual o en un humanista, palabras para las que reclamo un mejor uso. Recitar con soltura a Shakespeare no te brinda un mejor conocimiento de la realidad social, del aparato económico o del sistema democrático.
En mi vida he entrevistado a actores de muchas ínfulas, escasísimas lecturas y ningún sentido común, pero también a cómicos cultos y sabios como filósofos griegos. Es fácil distinguirlos: los primeros no pasan del eslogan vocinglero y los segundos dejan heridas profundas en el pensamiento.
En este segundo grupo acabo de incluir a Jeremy Irons, actor británico, entrevistado ayer en el suplemento ‘XL Semanal’. Irons está indignado con el sistema económico actual, pero no se queda en el simple eslogan pegadizo. Dice que la sociedad del eterno consumo ha explotado y confiesa que se deprime cuando escucha cómo los líderes políticos (hasta los de izquierdas) piden recuperar la voracidad consumista para salir del atolladero: «Se ha de vivir de una forma más sostenible –pide–. Tenemos que dejar de ser una sociedad de usar y tirar. Deberíamos producir y consumir cosas que duren y comprar los productos que necesitamos, no aquellos que queremos. Y desarrollar economías que sean estables, no que crezcan cada año».
Son palabras verdaderamente revolucionarias, que merecen una reflexión y que incluso nos emplazan a tomar decisiones personales urgentes: ¡ahí es nada comprar lo que nos hace falta y no lo que nos apetece!