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Loco por incordiar

El Greco y los 200.000

En el Museo de La Rioja había un greco que no era realmente de El Greco. ¡Qué cosas pasan! Al parecer, ese San Francisco lo pintó en realidad un propio de su taller siguiendo el estilo del jefe y luego el maestro le dio el visto bueno o, si acaso, corrigió alguna pincelada.

En otros museos más mojigatos, estos apaños se suelen resolver con un cartelito piadoso que pone ‘taller de’ o ‘atribuido a’. Aunque debemos confesar que queda más molón poner ‘El Greco’ a palo seco y que la gente se detenga, lo mire de lejos y de cerca, lea el cartelito, se pasme y pegue un codazo a su vecina: «Mira, un greco».

Dice la directora del Museo que en realidad eso no importa y que son pequeñeces, pero no estoy seguro. Tomemos, por ejemplo, el caso de Bárcenas, ese gran pintor tenebrista. Este hombre atribuye a Carlos Cuevas, secretario general del PP de La Rioja, la petición de que le blanqueara 200.000 euros para que el Partido Popular pudiera construir una nueva sede en Logroño. Si esto fuera una instalación de arte contemporáneo (y a veces pienso que lo es), podríamos colgar en el Reina Sofía la anotación manuscrita de Bárcenas («La Rioja-200.000 euros»), subrayada con un rotulador fosforito y con un letrero que pusiera «Atribuido a Carlos Cuevas».

Los expertos en arte barroco, sin embargo, nos advertirían en seguida de que el PP riojano funciona como el taller de El Greco: solo manda el maestro, Pedro Sanz, y nadie de su taller, ni siquiera un oficial cualificado como Cuevas, hubiera pintado un cuadro tan importante sin recibir al menos el visto bueno del jefe. Así que, siguiendo con la tesis de la directora del Museo de La Rioja, ¿podríamos colgar el papelito de los 200.000 y poner simplemente «Pedro Sanz»?

Ah, mi querida directora, ¿seríamos justos entonces? Un taller es un taller y una atribución es solo una atribución. ¿O no?

 

(*) En la fotografía, de mi compañero Miguel Herreros, la directora del Museo observa el pseudogreco.

 

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