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piogarcia

Loco por incordiar

Un respeto, por favor

Soy muy viejo. Exageradamente viejo.  Soy tan viejo que siento un respeto casi reverencial por la Constitución Española.

Me sigue pareciendo un prodigio fascinante que todos aquellos hombres (comunistas, socialistas, centristas y fachas) que venían de una feroz guerra civil y de una sórdida dictadura pactaran una ley para todos. Y encima lo lograron durante una crisis económica pavorosa y con el terrorismo dando caña de lo lindo.

Esa Constitución hoy tan despreciada ha permitido que España disfrute de 40 años en paz y de una prosperidad inconcebible. Ni siquiera hace falta estudiar historia para darse cuenta de esto: pregúntense cómo vivían sus abuelos, en qué trabajaban, cuánto ganaban, qué comodidades tenían, cómo era la sanidad, qué educación recibían, qué comían, a dónde y en qué viajaban, de qué se morían. De ahí venimos todos.

Ojo: yo sí creo que la Constitución España merece una reforma urgente, especialmente en su título VIII, el que marca el nacimiento y desarrollo de las comunidades autónomas. Pero me gustaría que, en lugar de despreciarla como a un cachivache inútil  o incluso maligno, se le reconociesen al menos los servicios prestados.

Y, sobre todo, me gustaría de que nuestros políticos de hoy (los viejos y los nuevos) aprendiesen a dialogar, a ceder y finalmente a pactar. Las ideas de uno siempre nos parecen mucho mejores que las de los demás, ¡dónde va a parar!, pero si tenemos que seguir conviviendo todos juntos y en paz, conviene escuchar atentamente al otro, dejarse de maximalismos y transigir hasta hallar un punto de encuentro.

No podemos regresar al infausto modelo del siglo XIX, cuando cada partido que alcanzaba el poder dictaba una nueva constitución para imponer sus ideas y de paso tocarle los huevos al vecino. Esa afición, ay, tan española.

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