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Loco por incordiar

Queda inaugurado este repollo

Los recortes están haciendo estragos. Quizá crean ustedes, gente ingenua y egoísta, que son los parados, los sintecho o los jóvenes sin empleo quienes más están notando la crisis. Paparruchas. Quienes verdaderamente están siendo víctimas de este desbarajuste financiero son nuestros amados, abnegados, probos y admirables políticos.

Hasta hace tres años, ellos inauguraban obras de verdad: aeropuertos relucientes, circunvalaciones tumultuosas, hospitales fastuosos, soterramientos imponentes… Ahora, sin embargo, apenas tienen nada que echarse a la boca: cuatro baldosas que se reponen, alguna calle que se asfalta y poco más. Pobre gente. Qué bajón.

Ante una perspectiva tan lúgubre, tal vez piensen ustedes que nuestros representantes han optado por encerrarse en sus despachos y trabajar a destajo, sin asomar mucho la cara por la vía pública. Pues no. Sepan ustedes que son gente de recursos. Inasequibles al desaliento, han preferido bajar el listón (mejor aún: quitar cualquier listón) antes que perderse una foto.

La pasada semana, como demuestra el testimonio gráfico de mi compañero Alfredo Iglesias, hubo un alto acontecimiento en nuestra región. Se abría una tienda de ultramarinos. Para dar el oportuno lustre a una infraestructura tan insólita y necesaria, se citaron en el colmado las siguientes personalidades: el presidente de La Rioja, Pedro Sanz; la alcaldesa de Logroño, Cuca Gamarra; el consejero de Industria, Innovación y Empleo, Javier Erro; el teniente de alcalde y concejal de Promoción Económica de Logroño, Pedro Saez Rojo; y el director general de la Cámara de Comercio de La Rioja, Florencio Nicolás. Dios les guarde muchos años. Todos ellos curiosearon un rato por la tienda y luego se fotografiaron sonrientes, haciéndose lenguas de lo hermosos que estaban los repollos y de lo apetecibles que parecían los manojos de puerros.

A mí este furor inaugurativo me parece bien, porque al tendero le dan un alegrón y hay que mimar al emprendedor local. Me preocupa, sin embargo, que nuestros políticos entren en una carrera agotadora y que, por un cierto prurito de igualdad, se lancen ahora a inaugurar todas las tiendas, supermercados, papelerías y peluquerías-locutorios que vean por la calle. Y, sobre todo, me preocupa cómo dar realce a las futuras inauguraciones, si alguna vez pasa la crisis y vuelven las obras de verdad. Por ejemplo, ¿qué haremos cuando se reabra el Museo de La Rioja? Ya no bastará con que aparezcan el presidente, la alcaldesa y cinco o seis consejeros, porque eso lo situaría a la altura de cualquier tienda de ultramarinos. Habrá que llamar entonces a Rajoy, a dos o tres ministros, al Rey, al cardenal Somalo, al Papa e incluso al elefante que murió en Botsuana.