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piogarcia

Loco por incordiar

Inútil

Me gustan los saberes inútiles y extraños, de los que uno no sacará nunca un provecho contable. Siento predilección por esas materias que siempre están bajo sospecha y que malviven en el sistema educativo como enfermos desahuciados y esqueléticos que reclaman a gritos la eutanasia: el latín, la filosofía, el griego clásico.

Muchos padres se felicitan por su desparición de los planes de estudios y aún irían más lejos. Quitarían de un plumazo la literatura, las ciencias sociales, la historia e incluso la ortografía. ¡No sirven para nada! ¡Los ordenadores ya tienen correctores!, braman. Y sueñan con un futuro telemático y sin bibliotecas, o con las aulas llenas de ordenadores y de tablets: el triunfo final de las matemáticas aplicadas, de la física, de la economía, de la robótica, de esos conocimientos que abrirán a sus hijos las puertas de un mercado laboral cada vez más angosto donde todo hierve en inglés: las start-up, el big data, el management.

Viéndose atacados y en situación precaria, los profesores de latín o de filosofía caen en el error de justificarse defendiendo que sus disciplinas sí sirven para algo. No se dan cuenta de que, al recoger el argumento utilitarista de sus oponentes, dan por perdida la batalla y asumen su inferioridad. Para un cerebro de cajero automático, Sócrates y Virgilio jamás serán otra cosa que humo decorativo, ecos de un triste y polvoriento pasado sin inteligencia artificial.

Yo no discuto con ellos, pero los miro con algo de pena: nunca probarán el placer de estudiar cosas hermosas e inútiles, esas vagas excursiones del espíritu que, al final, son las que nos diferencian de los robots.

© JUAN MARN

© JUAN MARN

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