Les voy a contar un cuento. Quizá saquen ustedes alguna moraleja. O quizá no. Es un cuento aburrido y algo fúnebre: no hay hadas ni magos ni corceles blancos ni caballeros andantes. En realidad, en este cuento, todos son ranas. Ranas a las que hemos besado con mucha fruición, a las que hemos llegado casi a morrear, y que, pese a nuestros ímpetus amatorios, han seguido siendo ranas, incluso, si me apuran, más verdes y viscosillas que al principio.
Este cuento tan triste empieza con una rueda de prensa. El 1 de marzo del año 2008, los periodistas, ingenuos y pizpiretos, acudimos en tropel al Palacete del Gobierno de La Rioja. Tres oradores de mucho postín ocupaban la mesa: Pedro Sanz, presidente; Javier Erro, consejero de Economía; y Enrique Díaz Tejeiro, presidente de Solaria y mirlo blanco en funciones.
Cuentan las crónicas que Sanz empezó diciendo: «No sabría cómo explicarles las ganas que tenía yo de dar esta rueda de prensa». Y que luego echó unas merecidas flores al consejero Erro, «el hombre que tantas noches ha estado sin dormir» para solucionar el plantón de Electrolux, aquel duendecillo sueco tan puñetero. Después habló nuestro amable salvador, el Príncipe Encantado don Díaz Tejeiro: Solaria -dijo- estará a pleno rendimiento en Fuenmayor a principios del 2010, fecha en la que ya habrá creado 700 puestos de trabajo.
Estamos a principios del 2010. El Príncipe Encantado dimitió hace ocho meses y Solaria acaba de presentar un expediente de regulación de empleo en La Rioja que afecta a 34 de sus 39 empleados. Para decir esto último, no se convocó ninguna rueda de prensa. Sirvió con una nota remitida a no sé qué organismo.
Croac.