Retomo aquí la conversación que voy manteniendo con Eduardo Gómez en torno a nuestra común afición por los bares de Logroño. En la primera entrega, recordaba sus años de mocete por los bares de la calle Mayor. Tengo buenas noticias para quienes leyeran aquella entrada. Eduardo ya ha crecido. Ahora es un jovencito, que ronda los 25 años. Con su cuadrilla de amigos (los Rábanos, Pastor, Segura y compañía) ha abierto una nueva ruta por el chiquiteo logroñés. Es una excursión nocturna: donde antes reinaba el vino, ahora les ha dado por un combinado de moda, Kas con ginebra. O sea, que según deduzco de sus recuerdos, debió ser así como llegó a nosotros el gin-Kas, un trago que hoy todavía resiste en los labios de algún clásico que le hace ascos a la tónica y se desmarca así del cóctel de moda, el gin-tonic cuyas aventuras ya se glosaron también en este blog
Por aquella época, más o menos hacia finales de los años 50, rememora Eduardo, “nuestra ronda de por la tarde seguía empezando como siempre, en el Negresco, pero por la noche acabábamos por ir al Bahía de Marqués de Vallejo y al Rango, que estaba enfrente”. En este último bar se inició como camarero un personaje legendario para la historia hostelera de Logroño, el célebre Paco a quien apodaban ‘Chiroli’, a quien se atribuye la invención del famoso champi, esa tapa hoy tan famosa que el mentado Paco defendió en el bar homónimo que luego emplazó en Ollerías.
Eduardo y su cuadrilla incluían en su ronda una visita al Noche y Día de la calle San Juan que regentaba “el amigo Faustino”, y marchaban luego hacia el Dúcal que ya entonces defendía la familia Cendra, según recuerda. Y de Duquesa de la Victoria, hacia Calvo Sotelo: siguiente y última parada, el Bolo Pin Club, frente a Maristas, bar ya desaparecido, que incluía bolera y sala de fiestas. Aunque lo de última parada es un decir, porque en realidad allí se iniciaba para la cuadrilla el recorrido inverso, evolucionando según los nuevos tiempos: “Tomábamos de todo, pero lo habitual ya no era el vino: era el Tío Pepe”. El fino andaluz por antonomasia, que Eduardo y los suyos alternaban con un trago largo, el citado gin-Kas que costaba por entonces “unas dos pesetas”. Esto es, 0,01 euros para los esnobs que se empeñan en contar según la nueva moneda. ¿Era también el señor Gómez un poco esnob pidiendo semejante cóctel? El interesado lo descarta con una sonrisilla: “Lo que pasaba es que uno de nuestros amigos era representante de la ginebra gallega Elizabeth, que era la que pedíamos. Y como otro amigo llevaba la representación de Kas…”. Pues ya se ve: fácil conclusión. La amistad les unía tanto que acabó por patrocinar aquellas rondas, que solían concluir en otra barra desaparecida: la del difunto Comercio, ubicado en el Muro de la Mata, donde después se alzó el Ringo tan recordado y hoy se asienta la pastelería Viena. “Al Ibiza íbamos menos”, confiesa. “Éramos más del Comercio que llevaban los hermanos Lasheras, sobre todo porque ahí solíamos quedar a jugar a las cartas”.
Así que aquí dejamos por hoy a Eduardo, naipe en ristre. Dentro de unos días reanudamos con él nuestros comunes paseos por Logroño y sus bares.
P.D. Tanto en la entrada anterior como en ésta Eduardo Gómez incluye una cariñosa referencia a Pedro Rábanos, miembro de su cuadrilla recientemente fallecido. El semblante se le nubla un poco cuando habla de él: “Era una gran persona, muy entrañable, con muchas virtudes”. Entre ellas, destaca una: “Era muy divertido, un gran bromista”. Alguna de esas bromas le tuvo a él como víctima, como aquella vez en que le ató la mano a los barrotes de la cama que compartían en Nieva de Cameros “y así me tuvo toda la noche”. No fue la única experiencia compartida. Empleado de la Electra en su sede junto a La Guillerma, era habitual contemplar en esa zona vecina del Ebro a Pedro Rábanos haciendo deporte o enseñando a nadar a los críos: fue allí donde, de nuevo ayudado por Eduardo, que se valió de su único brazo, Pedro Rábanos se lanzó con él al río para socorrer a un bañista que se ahogaba. “Y lo salvamos”, recuerda. Y se emociona de nuevo: “Es que Pedro era muy, muy, muy majo”.