Esta entrada lleva dedicatoria doble. Doble, porque iba inicialmente destinada a Felipe Royo, uno de los más constantes corresponsales del blog, que desde hace tiempo me venía pidiendo que contara algo del bar Buenos Aires, difunto bar de la Laurel. Yo no quería desanimarle, pero en realidad tenía poco que decir de aquel local porque apenas la frecuenté. Su desaparición coincidió, más o menos, con mis primeras visitas a la calle que lo alojaba, de modo que apenas recuerdo otra cosa que una barra alta, altísima, desproporcionada; un camarero parlanchín y bastante peculiar; y una muy apetitosa sinfonía de cazuelas, tapas y banderillas.
El caso es que acabé por pedir ayuda al maestro Eduardo Gómez, porque me apetecía cumplir con la petición de Felipe Royo, y por una de esas coincidencias de la vida resulta que me envió el escrito que a continuación reproduciré apenas unas horas antes de que falleciera Carmelo Fernández, tan vinculado por lazos familiares y sentimentales al Buenos Aires. Así que estas líneas van también dedicadas a él y a los suyos; como un homenaje postrero a su memoria.
Cuenta Eduardo lo siguiente: “El desaparecido Buenos Aires, que cerró hace hace 25 años, fue uno de los bares más antiguos de la calle Laurel, compartiendo vecindad con otros establecimientos como el Cachetero, el Taza, el Matute. el Achuri el Chaval, La Taberna de Laurel,la carbonería de Santibáñez, la panadería de Anselmo, el almacén de plátanos de Viguera y el de Alamañac y los almacenes de Piazuelo y de Redón. Y poco más. En los años 50 lo abrió el pradejonero Carmelo Fernández, quien llegaba del Seis Doble que regentó durante varios años en la calle San Agustín, con pensión que albergaba a los futbolistas que llegaban para jugar en Logroño, como fue el caso de Miguel Royo, un madrileño que procedía del Atlético Aviación. Vino a hacer la mili y acabó casándose con Carmen, hija de Carmelo”.
“Del antiguo edificio se recuerda la imagen sedente probablemente de finales del XVI, de que fue bautizada como la Virgen de Laurel por encontrarse en esa calle y que se encuentra recogida en el patio del Museo Provincial, adonde llegó al derribarse la casa de Bretón de los Herreros, 26, en cuyas traseras, que daban a la calle Laurel, se encontraba el Buenos Aires. Estaba situada en una hornacina que la familia Fernández, propietaria del establecimiento, cuidaba de que tuviera adornos florales. Precisamente, antes de que el edificio desapareciera, aprovechando la presencia del pintor logroñés Antonio López Morales realizando la pintura del establecimiento, se brindó a restaurar la imagen, cuyo recubrimiento se encontraba deteriorado por encontrarse expuesta a las inclemencias del tiempo”.
“El bar Buenos Aires se convirtió en restaurante muy estimado, de actividad continuada donde se degustaba una cocina muy riojana, con gran afluencia en las mañanas para copiosos almuerzos. Como tenía también entrada por Bretón de los Herreros, frente al teatro Bretón, lo aprovechaban los funcionarios del juzgado y el personal del teatro para sus piscolabis y también como escapatoria para algún desaprensivo. Servía también para llevarles la cena a los artistas que actuaban en el teatro cuando había funciones tarde y noche. Fue sede de la Peña Logroño y se recuerda especialmente la presencia como camarero de Felisín, un personaje popular e irrepetible, ocurrente y dicharachero. Y sobre todo se recuerda la cocina tradicional que se degustaba, las gambas a la plancha que aparecían por la ventana de la cocina que daba al mostrador, donde la presencia de Miguel Royo, admirado como futbolista, realzaba el establecimiento”.
P. D. Recuerda también el gran Eduardo cómo en 1989 el edificio de la calle Laurel fue vendido por la familia Fernández. Ahora, en su antigua ubicación, se erige un edificio cuyos bajos acogen al restaurante El Muro. “No tardó mucho tiempo Pitu, nieta de los fundadores, casada con José Mari Soroa, también futbolista de fama. para establecer un nuevo Buenos Aires en República Argentina”, recalca el señor Gómez. Y ahí en República Argentina sigue el restaurante, funcionando ejemplarmente: que sea por muchos años.