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Jorge Alacid

Logroño en sus bares

Tu propia calle Laurel

Imagen antigua de la calle Laurel, firmada por Enrique del Río

El improbable lector habrá observado como yo un rito que practica cada fanático de la calle Laurel: nuestra impenitente apuesta por un escogido grupo de bares, en demérito de otros. Quiere decirse que la calle celebérrima ofrece tal baraja de locales que es (casi) imposible visitarlos todos en una ronda, aunque hay quien lo intenta con las consecuencias conocidas. El caso es que por diferentes e ignotas razones acabamos entrando sólo en alguno de ellos, de modo que aunque recorramos la calle una y otra vez permanecemos ajenos a la oferta oculta en otros cuantos, algunos muy clásicos.

Me ofrezco como ejemplo. Ingreso por Gallarza y sé que podré detenerme en La Tavina y La Taberna del Tío Blas, La Taberna del Volapié y el Donosti en ese tramo inicial, pero en el resto hace años que no entro. Me pregunto por qué, pero ignoro la respuesta. Antaño sí fui habitual del Ángel y del Torrecilla, también del Achuri, pero por misteriosos motivos ya dejé de frecuentarlos. Asimismo era asiduo al Charro, cuyos pinchos de morros tanto me emocionaban, pero me despedí de él igual que hice con tantos otros: Villarrica, Pato Borracho, Jubera… Cruzo delante de la puerta del Páganos y del Bambi y me intriga saber qué razón me impide ingresar en ellos pese a que allá en el Pleistoceno, cuando me inicié como adicto a esta calle, formaban parte de mis favoritos.

Por el contrario, algunos, como el Sebas, siguen inmutables en mi carné de baile. Y será también habitual que me acode en la barra del Blanco y Negro (y siga echando de menos a Julián) y en el jamonero Pata Negra, pero cuando enfilo hacia San Agustín estoy seguro de que será difícil verme en la mayor parte de bares de ese tramo, a excepción del Soriano y salvo que aparezca por Logroño Eduardo Rubio y le acompañe a comernos una oreja en El Perchas. Últimamente, no obstante, he sucumbido también al encanto del Tío Agus y su pincho homónimo. Pero me pregunto por qué abandoné mi antiguo cariño por el Charly o La Rueda. Tampoco para esta cuestión tengo respuesta.

Según mi lógica particular (que es bastante ilógica, lo confieso), acabaré la ronda en El Soldado de Tudelilla, ya en San Agustín, en cuyos bares por otro lado tampoco tiendo a detenerme demasiado. Y observo que con la calle San Juan me sucede algo parecido: en unos bares entro casi siempre, en otros casi nunca. Con una curiosidad añadida: si tropiezas con algún conocido por alguna de estas calles del Logroño castizo y te incorporas a su propia ronda, descubres que le ocurre algo parecido. Que tiene una serie de bares de confianza donde entra como si estuviera en su casa y sin embargo a mí me son ajenos. También sucede al contrario en aquellos donde yo soy asiduo y donde nuestro acompañante se siente fuera de lugar. Así que concluyo que esta conducta tan absurda obedece tan sólo a manías, las manías de cualquier consumidor, las de todo cliente: en unos bares se respira una atmósfera más atractiva, de otros salimos alguna vez escaldados, los hay donde depositamos todas nuestras complacencias en los camareros, simpatizamos con los dueños… Las mismas razones que se pueden esgrimir para tantas cosas en la vida: como el amor en general, también el cariño hacia los bares es cuestión de química.

P.D. La asociación que agrupa a los bares de la calle Laurel cuenta con una página web (http://callelaurel.org/bares-de-logrono) donde se detallan los bares miembros. Incluye, como por otro lado hace los clientes, a bares de la aledaña San Agustín y de esos dos ramales (Albornoz, Travesía), que en nuestro imaginario común también forman parte de la propia calle. Según su prolija relación, ese dédalo de callejuelas cuenta con 16 restaurantes y 49 bares, aunque conviene precisar un par de cosillas: una, que hay locales que figuran (como el mentado Soldado de Tudelilla), en ambas categorías; y dos, que entre los bares se cita a la panadería El Paraíso. Que yo sepa, no sirve tragos, aunque es cierto que hace unos panes estupendos, de calidad y muy variados.

 

Un recorrido por las barras de la capital de La Rioja

Sobre el autor

Jorge Alacid López (Logroño, 1962) es periodista y autor de los blogs 'Logroño en sus bares' y 'Línea de puntos' en la web de Diario LA RIOJA, donde ocupa el cargo de coordinador de Ediciones. Doctor en Periodismo por la UPV.


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